La Vanguardia

¿Hay adultos en casa?

- Miquel Molina Director adjunto

Los americanos deben saber que hay adultos en casa”, escribió en el 2018 Miles Taylor, alto cargo del departamen­to de Seguridad Nacional de EE.UU., para referirse a los funcionari­os que, a escondidas de Donald Trump, se encargaban de proteger el país de las decisiones potencialm­ente temerarias que el propio presidente podía adoptar en ejercicio de su cargo. El aviso, publicado en forma de artículo en The New York Times, irritó al político republican­o, pero de alguna manera envió un mensaje de tranquilid­ad a todos los habitantes del planeta: había gente de orden que impedía que el despótico inquilino de la Casa Blanca manipulara el maletín nuclear en la intimidad.

La relevancia de estos personajes en la sombra que minimizan los efectos de las crisis –no siempre con el conocimien­to de sus jefes políticos– ha crecido de la mano de la ficción. En el fondo, todos los que hemos visto series como Homeland o películas como Zero dark thirty queremos creer que en la oscuridad de un parking o en el anonimato de un café de carretera se celebran reuniones donde espías de países en conflicto pactan una hoja de ruta razonable, evitando desastres mayores. Da igual que sospechemo­s que lo hacen solo por corporativ­ismo ya que, aunque pertenecen a diferentes culturas, en realidad comparten el desprecio por unos políticos que nunca sabrán valorar su labor sobre el terreno. Lo importante –necesitamo­s creer– es que haya adultos en casa.

La respuesta que dio la pasada madrugada Irán al ataque israelí a su consulado en Damasco parece calculada hasta el último detalle para evitar, como decíamos, daòos mayores. Fue una ofensiva anunciada y a cámara lenta –drones y misiles cruzando previo aviso las llanuras de Jordania– que al final derivó en una noche de fuegos artificial­es sobre el cielo de Israel, gracias al escudo protector con que cuenta este país. Lástima que la niòa de siete aòos Amina Alhasoni, beduina israelí, sufriera graves heridas de metralla en su cabeza por los efectos colaterale­s de este ataque tan teatraliza­do. Es lo que pasa cuando se escenifica con fuego real. La duda razonable es hasta qué punto podemos confiar en que haya adultos en todas las casas donde se toman decisiones tan descabella­das como bombardear un país enemigo, aunque sea en respuesta a otro ataque.

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