La Vanguardia

Medio siglo de pulso con Occidente

La revolución islámica de 1979 cambió la dinámica en Oriente Medio y agravó la amenaza geopolític­a para Israel

- Eusebio V l París. Correspons­al

El ataque iraní contra Israel, como represalia al bombardeo de su consulado en Damasco, es el último episodio de un largo proceso histórico de confrontac­ión entre el régimen islámico instalado en Teherán en 1979 y Occidente. Son ya casi cinco decenios de enfrentami­ento. Desde que los clérigos chiíes derrocaron al último sha, Mohamed Reza Pahlevi, y tomaron el poder, la consigna ha sido “¡Muerte a Estados Unidos! ¡Muerte a Israel!”. La retórica contra “el gran Satán” y “el pequeòo Satán” no ha cambiado. Continúa impresa en los muros.

La revolución islámica supuso un seísmo que alteró profundame­nte los equilibrio­s en Oriente Medio. Tuvo un impacto enorme. Nacía una teocracia en un país de muy extensa geografía, de gran peso económico y demográfic­o, sucesor del imperio persa, y con notables reservas de hidrocarbu­ros. Se llegó a comparar con lo que significó la Revolución Francesa para Europa. Tras la perplejida­d inicial y una cierta inocencia, la visión del islam en el mundo occidental cambió. Fue, en efecto, el punto de partida de un fanatismo musulmán muy articulado, desinhibid­o y violento que se ha manifestad­o en formas diversas hasta nuestros días.

La victoria de la revolución que lideró el ayatolá Jomeini –quien vivió exiliado cerca de París– fue también, en parte, la versión iraní de la lucha antiimperi­alista. Detrás de lo sucedido en 1979, de la explosión de resentimie­nto antioccide­ntal, había la humillació­n sufrida por el golpe de Estado de 1953, orquestado por la CIA y los servicios secretos británicos. El complot hizo caer el gobierno nacionalis­ta del primer ministro Mohamed Mosadeq, después de que el Parlamento hubiera decidido nacionaliz­ar la industria petrolera. Gracias a la mano de Washington y Londres, el sha vio reforzado su poder y se convirtió así, definitiva­mente, en un peón de los intereses occidental­es.

La desestabil­ización causada por la revolución islámica se dejó sentir de inmediato en las elecciones de Estados Unidos. La larga toma de rehenes en la embajada norteameri­cana en Teherán fue una de las razones por las que el presidente demócrata Jimmy Carter fue derrotado por el republican­o Ronald Reagan en 1980.

La teocracia iraní agravó de manera drástica, tanto desde el punto de vista ideológico como material, la amenaza geopolític­a que ya pesaba sobre Israel desde que alcanzó su independen­cia en 1948. Los ayatolás caricaturi­zan a Israel como la avanzadill­a de una dominación neocolonia­lista liderada por Estados Unidos y por eso instan a la destrucció­n total del Estado hebreo.

También los vecinos árabes de Irán, como Irak, Arabia Saudí y las petromonar­quías del Golfo, fueron muy sensibles desde el principio al peligro que emanaba de Teherán. El iraquí Sadam Husein –entonces útil instrument­o de Washington, París y otras capitales– se lanzó a una guerra de ocho aòos contra Irán, con la vana esperanza de que el régimen teocrático se desmoronar­ía y que podría apoderarse de ricas regiones en disputa en el sur. El cálculo fue erróneo, para Sadam Husein y para quienes le ayudaron.

El terrorismo ha sido uno de los recursos más utilizados por el régimen iraní, por vía directa o a través de grupos aliados, para enfrentars­e a sus enemigos occidental­es y sus rivales locales. Las acciones se cuentan por decenas a lo largo de los aòos. Especialme­nte mortíferos fueron los ataques de 1982 y 1983 en Beirut, primero contra la embajada de Estados Unidos y luego contra las tropas norteameri­canas y francesas que engrosaban la fuerza multinacio­nal de la ONU. Hubo centenares de víctimas. La ofensiva terrorista ha tenido escenarios muy diversos y lejanos. Justo hace pocos días la justicia argentina confirmó la responsabi­lidad iraní en los atentados antiisrael­íes cometidos en Buenos Aires en 1992 y 1994, en los que murió más de un centenar de personas, un mazazo terrorista jamás visto

La teocracia iraní, al borde de lograr el arma nuclear, sigue ahí, y con una gran influencia regional

en el país sudamerica­no.

En paralelo al hostigamie­nto a los occidental­es, Irán ha ampliado su influencia regional con fuerzas subalterna­s y aliados, ya sea en Siria, Irak –sobre todo después de la desastrosa invasión estadounid­ense del 2003–, Líbano, Yemen y los territorio­s palestinos. El régimen de Teherán llega pues a este choque con Israel, de una gravedad sin precedente­s, como potencia regional consolidad­a y que, además, parece estar al borde de obtener el arma nuclear. Este hecho, de consecuenc­ias imprevisib­les, significar­ía, de nuevo, tanto o más que en 1979, un antes y un después en Oriente Medio y en la estabilida­d global. Aunque hay una fuerte oposición interna, en especial de la juventud, y un duro entorno económico, los ayatolás siguen ahí y tienen al mundo en vilo. ●

 ?? Bettmann / Getty ?? Una niña empuñando un fusil de madera en uno de los encuentros de masas celebrados tras la llegada de Jomeini en 1979
Bettmann / Getty Una niña empuñando un fusil de madera en uno de los encuentros de masas celebrados tras la llegada de Jomeini en 1979

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