La Vanguardia

Más abertzales, menos independen­tistas

38 años después “los hijos de Garaikoetx­ea” pueden ganarles por primera vez las elecciones en votos y en escaños al PNV. EH Bildu, formación a la que pertenece EA, podría vencer con 28-29 diputados. Escenario inédito

- Iván Redondo rredanda@redandayas­cacradas.cam

El aòo 1986 fue un auténtico annus horribilis para el PNV. A principios de aòo, el partido decidió dar libertad de voto a sus afiliados en el referéndum de la OTAN convocado por el Gobierno socialista. Y el resultado de la consulta fue un auténtico varapalo para el presidente del Euskadi Buru Batzar (EBB), Xabier Arzalluz, y para el lehendakar­i, José Antonio Ardanza, fallecido la semana pasada y la referencia en el Gobierno vasco tras la salida del primer lehendakar­i, Carlos Garaikoetx­ea. Ardanza y Arzalluz se habían posicionad­o públicamen­te por el voto afirmativo y, sin embargo, Euskadi junto a Catalunya y Canarias fueron las únicas comunidade­s que dijeron no a la OTAN, a diferencia de lo que sucedió en el resto del país. La Espaòa de las naciones otra vez. El 60% de los vascos dijo no de manera rotunda.

Hubo más toques de atención aquel aòo de los vascos al PNV. Se celebraron las elecciones generales, por ejemplo, que dieron la mayoría absoluta al PSOE y los jeltzales perdieron más de 150.000 votos. Todo venía desde hace meses y aòos labrándose. La tensión en el seno del partido era insoportab­le: libertad de voto para las bases en una cosa, aperturas de expediente­s en otras. Se hablaba de “saboteador­es”. Y surgió ya en 1986 Eusko Alkartasun­a (EA), haciéndose realidad una ruptura que venía gestándose desde hace mucho tiempo fundamenta­lmente por las disputas personales y de poder entre Arzalluz y Garaikoetx­ea, ya institucio­nalizadas desde 1984. Las causas reales del divorcio siempre han sido un mito: la ley de Territorio­s Históricos y el modelo institucio­nal vasco (¿centraliza­do o descentral­izado?, la difícil dialéctica dentro del PNV entre socialdemo­cracia y democracia cristiana, los conflictos territoria­les, la guerra de los batzokis, la caja única de la seguridad social o el derecho de Euskadi a ser nación). Nadie quería esa guerra que rebosaba grandes dosis de personalis­mo, pero, como tantas veces en política, se acabó produciend­o.

El remate final fueron las elecciones vascas en noviembre de 1986. Eran una apuesta personal de Ardanza, que no estaba dispuesto a seguir presidiend­o, como hacía desde dos aòos antes, un ejecutivo sin apenas apoyo parlamenta­rio. A pesar de que el PNV temía ser superado por EA en esos comicios, Arzalluz aceptó a regaÒadien­tes el anticipo, porque no quería enfrentars­e a otro lehendakar­i. El PNV, que perdió 180.000 votos, no fue superado finalmente por la EA de Garaikoetx­ea ni en votos ni en escaòos, cierto, pero los socialista­s vascos sí les superaron ganándoles las elecciones por primera vez en escaòos. Una derrota que sigue doliendo.

La historia nunca se repite, como saben, pero siempre rima. Y en el 2024 como en 1986 llegamos a unas elecciones vascas de “candidatos desconocid­os” tras las diferencia­s entre el lehendakar­i Íòigo Urkullu y el presidente del EBB, Andoni Ortuzar; con los vascos nuevamente enviando serios avisos de pérdida de apoyo a los jeltzales tras las municipale­s y las generales. Y no solo por la crisis de Osakidetza, la sanidad vasca. El mar de fondo viene de lejos y tiene un componente generacion­al claro: 38 aòos después “los hijos de Garaikoetx­ea” pueden ganarles por primera vez las elecciones en votos y en escaòos al PNV. EH Bildu, formación a la que pertenece EA, podría vencer con 28-29 diputados. Escenario inédito. Y condición de posibilida­d para que la mayoría absoluta de PNV y PSE-EE de 38 escaòos esté en la raya. 38 es el número. 3+8: 11, el número de diputados que deberían conseguir los socialista­s para evitarlo junto a un PNV que puede estar en 27-28.

Esta EH Bildu, la del cambio generacion­al, bebe mucho más en su programa de gobierno del ideario de EA que de ninguna otra formación que la compone. Como en 1986, el nacionalis­mo volverá a representa­r alrededor del 70% de los votos el próximo domingo. Con una paradoja tras el Plan Ibarretxe, que explica muy bien el momentum: la tendencia en Euskadi en la generación de la democracia es que cada vez se es más abertzale, y al mismo tiempo, menos independen­tista. La Catalunya postprocés y los catalanes, como primos hermanos, toman nota.

Además, algo le pasa siempre al PNV en los aòos en los que el Athletic gana la Copa. Y no lo digo porque sea de la gran Real Sociedad. 1984 y ahora. La primera, una crisis institucio­nal. La derrota de 1986 no se entiende sin 1984. ¿Y ahora? Falta una semana para comprobarl­o. Se necesita un 3 y un 8. Mientras vuelven a sonar tambores de OTAN.

Algo le pasa siempre al PNV en los años en los que el Athletic gana la Copa

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Los candidatos a lehendakar­i en el debate celebrado el miércoles en ETB1
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