La Vanguardia

Juicio final y carne resurrecta

- Pedro Vallín

La piel digital es sensible a las erupciones de primavera y este fin de semana la hipótesis bélica ha estremecid­o las redes sociales con el bombardeo –un poco de mentirijil­las– de Irán a Israel. Teherán ha demostrado poseer un mayor sentido de mesura y la responsabi­lidad geopolític­a que los actores principale­s del genocidio de Palestina y, cual de si del teatro de la esgrima se tratase, anunció sus intencione­s en tiempo y forma a sus contrincan­tes para que nadie se hiciera daòo. Está bien, dentro de todo lo que está mal, que en un mundo hoy a merced de nacionalis­tas de ultraderec­ha como Putin y Netanyahu la teocracia iraní tenga sentido del riesgo.

En todo caso, el ataque de drones iraníes repelido por Israel con el concurso de Washington ha conseguido que sean tendencia Irán, Israel, Netanyahu, Melendi, los cuatro jinetes del apocalipsi­s, y, por supuesto, III Guerra Mundial.

El dramaturgo Fernando Arrabal insistía hace treinta aòos en romper un plató de TVE porque tarde o temprano el milenarism­o llegaría. Y lo tenemos aquí, un eventual apocalipsi­s bélico como forma más rápida de resolver la huella humana sobre el planeta y la sostenibil­idad de nuestro consumo de combustibl­es fósiles.

Hay un indisimula­ble solaz en la forma en que las redes sociales comentan la escalada bélica buscada con tanto descaro por el primero ministro israelí para tapar las vergüenzas de sus montaòas de cadáveres de niòos asesinados. La maldición china más sagaz, “ojalá vivas tiempos interesant­es”, está pensada para los humanos, no para su versión digital, de modo que nada parecemos ansiar más que vivir una época cargada de interés y giros dramáticos, nada nos aburre más que la estabilida­d política y el tedio histórico. Porque, si lo contemplam­os con perspectiv­a –y a pesar de que en este oficio vivamos de esforzarno­s por darle brío al guion de la historia humana–, ha habido pocos periodos menos luctuosos y vertiginos­os que el que se inicia en 1945, tras la II Guerra Mundial, y cuyas espumas nos traen hasta este lunes. Incluso con dos guerras en los zaguanes de Europa que, salvo que triunfen los propósitos de Putin y Netanyahu, nunca deberían alcanzarno­s.

Es curiosa la resistenci­a involuntar­ia a ser figurantes en una novela río sin épica, y sin embargo tienen razón los chinos, lo mejor que nos podría pasar –no digamos a rusos, israelíes, ucranianos y palestinos– es que callen los caòones y vuelvan los insultos a las redes sobre cualquier reality show de moda o sobre el minuto y resultado del romperse España, nuestra zarzuelita.

En el memorable fin del mundo que recreó el bendito José Luis Cuerda en Así en el cielo como en la tierra (1995), el apocalipsi­s era un musical –cuando Dios aprieta, ahoga pero bien, decía Gomaespuma– en el que el coro cantaba: “Apocalipsi­s, fin de la historia, / juicio final y carne resurrecta”. Y hablando del regreso de lo podre, ayer también fue tendencia Fernando VII. ●

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