El desafío de los nuevos vascos
La sociedad vasca no ve la inmigración como un problema y los expertos demandan mecanismos de cohesión e integración
Hace algo más de dos décadas que el paisaje humano comenzó a cambiar en la comarca de Lea Artibai, en el límite costero entre Bizkaia y Gipuzkoa. Los senegaleses empezaron a llegar para trabajar en la industria pesquera, echaron raíces y hoy no se puede entender esta zona sin su aporte. Su proceso migratorio ha sido casi siempre visto con simpatía por la población local, quizá por el punto exótico que se percibía en su llegada a un entorno tan netamente euskaldun y, sin duda, por su facilidad para conectar con la población que les recibía.
La historia de los migrantes africanos en esta zona es, con todas sus matices y dificultades, un ejemplo de integración armoniosa del fenómeno migratorio, especialmente si se mira a los hijos de este colectivo. Basta pasear por las calles de Markina o Berriatua, dos de los municipios con mayor porcentaje de migrantes del País Vasco, para comprobarlo. Sin embargo, la inmigración en el País Vasco deja también otras realidades más complicadas; el riesgo de la segregación planea sobre diferentes ámbitos de la vida social y es evidente que la gestión de este fenómeno no siempre es sencilla.
En este momento, algo más del 13% de la población de la comunidad autónoma de Euskadi ha nacido en el extranjero y en torno al 30% de los niños que nacen son hijos de madres de nacionalidad extranjera. El fenómeno no va a menguar, al menos mientras la economía y el empleo marchen bien, y atendiendo a las tendencias que ocurren en toda Europa,
la cuestión demanda políticas proactivas vinculadas a la cohesión y la integración.
La directora de Ikuspegi, el Observatorio vasco de la inmigración, Julia Shershneva, considera que el ámbito de la educación exige especial atención en el País Vasco, ya que “vemos que coinciden la segregación por origen con la segregación por situación socioeconómica”.
En cualquier caso, considera
La cuestión apenas ha entrado en campaña y, en general, es vista como un reto, algo que facilitará su gestión
Julia Shershneva, de Ikuspegi, y el sociólogo Patxi Juaristi subrayan la necesidad de elementos de cohesión
que la sociedad vasca se encuentra en un punto en el que “no percibe la inmigración como un problema”, lo que permite afrontar este fenómeno más bien como un reto y, al mismo tiempo, alejarlo de la refriega política (la cuestión apenas ha entrado en campaña). “Tenemos la perspectiva longitudinal de 20 años y, si bien en la crisis económica aumentaron las percepciones negativas, en los últimos años han
bajado paulatinamente”, explica.
En opinión de Shershneva, una de las claves es reforzar los ámbitos de cohesión: “La educación es una parte importante. El trabajo también es otro ámbito de interacción, aunque estamos muy segmentados. El deporte puede ser otro campo interesante y, especialmente en las zonas vascohablantes, el euskera es un elemento de cohesión brutal que, al mismo tiempo, es una vía de entrada hacia trabajos más estables”.
El profesor de Sociología de la Universidad del País Vasco Patxi Juaristi dirige una investigación de la centenaria Sociedad de Estudios Vascos-eusko Ikaskuntza sobre las identidades vascas mirando al 2050: “El objetivo es analizar qué elementos conformarán la identidad vasca en los próximos años y cuáles nos pueden cohesionar”. Juaristi reside precisamente en Markina, donde aprecia algunas señales positivas. “Aquí el euskera se ha convertido en un elemento de cohesión social muy importante, especialmente entre los niños y jóvenes, vengan de donde vengan”, coincide con Shershneva. Según un estudio del Cluster de Sociolingüística, entre el 90 y el 95 de las conversaciones entre los niños y jóvenes en las calles de este municipio son en euskera, a pesar de que un porcentaje elevado de quienes las protagonizan son de origen extranjero.
La investigación desarrollada por Juaristi, no obstante, sugiere que el fenómeno exige otros lazos sociales: “Son muy importantes determinados valores sociocomunitarios: la aceptación de la diversidad, la vinculación con el territorio, la solidaridad o la justicia social. Es muy importante que perciban que viven en una sociedad que no les desplaza”.
Juaristi considera que el tema debe ser tratado con la complejidad y atención que demanda. Dentro del propio paisaje vasco se aprecian realidades más problemáticas en las que no abundan las interacciones con el colectivo migrante. El reto es complejo y en Europa son muchos los ejemplos de sociedades paralelas. “No es sencillo; es un reto y exige impulsar políticas efectivas y la implicación de muchos agentes”, concluye Juaristi. ●