La Vanguardia

Hay negocio, dice la ministra

- Begoña Gómez Urzaiz

Como somos de atención distraída, hay pocas declaracio­nes de las muchas que se hacen en los medios que se nos queden, y eso es una suerte para la gente de la cosa pública. Si se limitan a decir banalidade­s poco llamativas, pueden sobrevivir décadas sin protagoniz­ar escándalo alguno. Hay gente que lo borda y se jubila así. La ministra Isabel Rodríguez iba un poco por ese camino. Consiguió sortear la anterior legislatur­a, como portavoz del Gobierno y titular de Política Territoria­l sin meterse en demasiados charcos. Ahora, sin embargo, es ministra de Vivienda, justo en el momento en que ese tema ocupa, por fin, el lugar en la agenda mediática que ya ocupaba en las conversaci­ones privadas. Se ha hecho evidente que la absoluta disparidad entre lo que se gana por trabajar y lo que te piden por una casa genera una zozobra insostenib­le.

En medio de este momento a-ha colectivo, la ministra del ramo pronunció dos palabras en una entrevista en la Ser que la perseguirá­n mientras ejerza: hay negocio. Con ellas, pretendía tranquiliz­ar a los promotores inmobiliar­ios, prometiénd­oles que seguirían ganando dinero construyen­do vivienda protegida. Tanto con contexto como sin él, juntar esas dos palabras ahora mismo hablando de vivienda parece entre provocador y suicida.

Al PSOE le gusta presumir de ser “el partido que más se parece a España”, un eslogan con que titularon un documental de autobombo y al que Pedro Sánchez recurre a menudo. No se entiende, entonces, ni siquiera desde el cálculo político, esta intención de alinearse con los promotores, los rentistas e incluso con los propietari­os, cuandodía tras día estamos viendo queel meollo de la cuestión está en el alquiler, en esas personas, que ya no son jóvenes, ya no son desposeído­s, que se pelean por las pocas casas que salen al mercado de la vivienda estable y tienen que intentar pagarlas con un sueldo local, no de expat ni de inversor. Ha quedado claro también que comprar, es decir, hipotecars­e, tampoco garantiza ninguna seguridad habitacion­al. Con estas realidades tan asumidas, es casi exótico que los partidos que aspiran a la centralida­d sigan hablando para esa figura minoritari­a (y de comportami­ento antisocial). La persona que oye “vivienda” y piensa “negocio”. ●

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