El guardián del estilo
El periodista José Antonio Sorolla fue un guardián del estilo y un maestro en la búsqueda de la perfección en los textos y en el acabado de las páginas de los diarios. Quienes tuvieron la suerte de trabajar con él aprendieron que los artículos debían entregarse autoeditados y con todos los detalles en su sitio, es decir: los titulares cuadrados, los subtítulos entendibles, los ladillos adecuados, los párrafos sin viudas, los nombres bien escritos, los pies de foto descriptivos y las frases cortas y claras.
Sorolla deja una huella muy profunda en la generación de periodistas que un día vio el amanecer de la prensa democrática y años después, una vez habían contribuido a la democratización de este país con la tinta y el papel, se vio sorprendida por el tsunami digital.
La muerte prematura de Sorolla, a los 74 años de edad, se suma a una larga lista de maestros periodistas catalanes que nos han dejado demasiado pronto. Amigos y colegas suyos como Antonio Franco, Miguel ¡ngel Bastenier, Xavier Batalla, Carlos Pérez de Rozas, Carlos Pastor o José Luis Martínez Ibáñez. Todos ellos se marcharon también antes de hora y hoy, de estar aún aquí, coincidirían en que Sorolla era la garantía para tener un periódico bien acabado, bien editado y entendible.
Hoy, cuando la edición se echa de menos en las publicaciones digitales, profesionales como Sorolla son más necesarios que nunca, aunque las nuevas generaciones de informadores no tengan este tipo de referencias. Quizá su recuerdo nos ayude a seguir editando los textos hasta el último minuto posible.
Sorolla, al que sus compañeros se referían como Soro, nació en La Fresneda (Teruel) en 1950 y se licenció en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Información por la Universitat Autúnoma de Barcelona (UAB).
Trabajó en varios medios, el primero fue el Diario de Barcelona, pero fue en su querido El
Periódico de Catalunya donde ejerció más años y donde se convirtió en una leyenda de la edición y la dirección de información. Con el paso de los años trabajó en diferentes secciones y llegó a ser corresponsal de El
País en París y director adjunto de El Periódico. El País fue efectivamente un lugar especial para Sorolla. …l hacía el cierre de las páginas que le traspasaba Batalla a media tarde. La edición barcelonesa era muy pulcra y Sorolla fue clave para que aquel equipo liderado por Franco fuera respetado y admirado en la redacción de Madrid.
Tuve la suerte de trabajar con él en la primera etapa de El Pe
riódico, en El País y compartir la dirección adjunta con él, una vez más, en nuestro entrañable
El Periódico, siempre con Franco, un gigante del periodismo, como director.
Cuando entré a trabajar en El
País como reportero me enseñó un texto de El Periódico, el diario del que yo provenía, en el que un mismo nombre aparecía escrito de tres formas distintas. “Esto hemos de evitarlo”, me dijo sin saber que yo había escrito aquel breve de sucesos. Desde entonces mi obsesión por los nombres bien escritos fue total, como mi admiración por él.
Ojalá este texto no fuera el obituario de Sorolla y que fuera un artículo de cualquier otra cosa… como uno de aquellos que comentábamos en su despacho o en mitad de una redacción llena de redactoras y redactores, gritando, escribiendo, entrando y saliendo y con las pantallas de televisión mostrando los prolegómenos de un partido del Baráa.
Los años le convirtieron también en un analista de prestigio. Últimamente escribía en el portal Crónica Global, donde firmó como coautor el libro de estilo,
Así se escribe en digital (2020). Allí donde esté, Soro debería tener la certeza de que su trabajo fue impecable, y su compañerismo, mayúsculo.
Fue en ‘El Periódico de Catalunya’ donde ejerció más años y se convirtió en una leyenda de la edición