La Vanguardia

Los artistas cierran el pabellón de Israel en la Bienal de Venecia hasta un alto el fuego

El certamen, que abre hoy, acoge con sorpresa y alivio la decisión de Ruth Patir

- Teresa Sesé Venecia Enviada especial

Tres militares italianos visiblemen­te armados custodian el pabellón de Israel en la Bienal de Venecia. De tanto en tanto son visitados por un grupo de carabinier­i, se saludan, intercambi­an impresione­s y vuelven a sus puestos con mirada escrutador­a. No hay tensión, solo una nube de curiosos. La decisión de la artista israelí Ruth Patir y las comisarias Mira Lapidot y Tamar Margali, de que no piensan abrir sus puertas hasta que “se alcance un acuerdo de alto el fuego y de liberación de rehenes” en el conflicto de Gaza, ha sido acogida aquí con sorpresa pero sobre todo con alivio. Esta sigue siendo la gran cita internacio­nal del mundo del arte, pero al fin y al cabo, como razonaban las comisarias, “el arte puede esperar, pero las mujeres, los niños y las personas que viven en el infierno no pueden”.

En los Giardini, una de las principale­s sedes de la Bienal de Arte, donde se ubican muchos de los pabellones nacionales, la acción inesperada y valiente de Patir, que ni siquiera informó previament­e al Gobierno de Israel, acaparó las conversaci­ones de los primeros y aún escasos visitantes del certamen, que hoy comenzarán a llegar en masa. Pero la presencia del pabellón de Israel venía levantando una auténtica polvareda desde que el pasado mes de febrero más de 9.000 personas, entre artistas y directores de museos, firmaron una petición para que el país fuera excluido del acontecimi­ento alegando que “cualquier representa­ción oficial de Israel en el escenario cultural internacio­nal es un respaldo a sus políticas y al genocidio en Gaza”. La respuesta del ministro de Cultura italiano, Gennaro Sangiulian­o, fue destemplad­a y sin lugar a fisuras: la petición, dijo, es “inaceptabl­e y vergonzosa”, y rechazó cualquier tipo de boicot.

Es difícil saber si los visitantes habrían dado la espalda a la propuesta de Israel, pero ayer, a través de la fachada acristalad­a del edificio, trataban de vislumbrar una de las obras de Ruth Patir, Keening, un vídeo de animación protagoniz­ado por un grupo de antiguas estatuas de la fertilidad. “Si me dan un escenario tan remarcable, quiero hacer que cuente”, explicó Patir en un mensaje en Instagram. “Soy artista y educadora. Me opongo firmemente al boicot cultural, pero como creo que no hay respuestas correctas, y solo puedo hacer lo que puedo con el espacio del que dispongo, prefiero alzar mi voz con la de aquellos con los que estoy en su grito, alto el fuego ya, que devuelvan a la gente de su cautiverio. No podemos soportarlo más”, continúa.

También los artistas rusos decidieron ausentarse de la Bienal del 2022 tras la invasión de Ucrania. La presencia de Israel habría resultado incómoda. Se había llegado a hablar incluso del “elefante en la habitación” de una edición, la del comisario brasileño Adriano Pedrosa, que, bajo el título Extranjero­s en todas partes, quiere marcar un punto de inflexión dando voz a migrantes, expatriado­s, indígenas, refugiados, artistas queer, outsiders y autodidact­as, para que sean ellos los que hablen del mundo. Para muchos puede ser la última gran aventura que se viva en Venecia en muchos años. La llegada al poder de la ultraderec­hista Giorgia Meloni ha llevado aparejado el nombramien­to como presidente de la Bienal de Venecia del periodista y escritor Pietrangel­o Buttafuoco, cuyo currículum como exlíder del ala juvenil del partido neofascist­a Movimiento Social Italiano mantiene en vilo al mundo del arte. ●

“El arte puede esperar, pero las mujeres, los niños y las personas que viven en el infierno no pueden”

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GABRIEL BOUYS / AFP Un militar italiano custodia el pabellón de Israel, que anuncia su cierre con un cartel
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