La Vanguardia

Rojo y negro

- Joan Josep Pallàs

Demasiado bonito para ser verdad. El Baráa estuvo impecable con las fuerzas igualadas, pero demasiado tiempo grogui en cuanto se quedó en inferiorid­ad numérica. Media hora duró la fantasía, edificada sobre unos pilares firmes que dieron continuida­d a la esperanzad­ora función de París. El equipo blaugrana repitió la sensación de equipo hecho y maduro hasta que Araújo se pasó con las revolucion­es. El árbitro pudo ayudar siendo más condescend­iente con la acción del uruguayo, pero sacó la roja de su bolsillo y al Baráa del partido. La hiperventi­lación, desaconsej­adísima en noches así, segó el camino de los de Xavi en esta Champions. El PSG, club de historia prefabrica­da y economía dopada por Qatar, se salió con la suya. Hábil en las altas esferas, donde ya tiene mano en la UEFA, gozó de un partido de vuelta aterciopel­ado gracias a la expulsión y a otros detalles (penalti a favor y penalti no señalado a Gündogan que se podía pitar), mientras el Baráa de Laporta, abanderado de la Superliga, artefacto de fogueo cuya inutilidad alcanza la parodia, pinta poco allí donde fue el rey.

La frase que reza que se juega mejor con diez que con once, atribuida a Helenio Herrera, fue una condena esta vez. No solo perdió un hombre el Baráa, se le eclipsó el mundo, se le cegaron las ideas. Fue una desorienta­ción excesiva la suya, sobre todo teniendo en cuenta que cuando se produjo el shock, todavía contaba con el marcador a favor.

Hasta lograr ese gol de Raphinha, el Baráa se había camuflado de maravilla. Hay días que para llevar a cabo según qué ejercicios hay que soltar ADN como quien falsea el pasaporte ante una frontera poblada de agentes del mal. El Baráa actual no se caracteriz­a por ir sobrado de cracks y llevaba una renta de un gol favorable que había que proteger. Así que el planteamie­nto fue el correcto. Básicament­e consistía en escoltar la pelota como a un ser querido y, en caso de robo por parte del rival, luchar por recuperarl­a desde la solidarida­d, las ayudas y el despliegue físico. La parte final que añadir a la partitura debía consistir en selecciona­r los ataques, es decir, en lanzar ofensivas sin perder el orden. Y eso también se ejecutó siguiendo el plan de ruta. Lamine Yamal sorteó a su lateral como si este fuera el juvenil y no al revés, y centró para el remate de Raphinha de rodilla. (Aclaración: en el fútbol, cuando vas con todo, los goles se marcan con la rodilla).

La subida de revolucion­es de Araújo acabó con todo eso y mantuvo al Baráa demasiado tiempo sin pensar. Fue una pena el sacrificio de Yamal, futbolista que sabe qué hacer con el balón ante cualquier emboscada. Fue una pena ver al Baráa desfigurar­se tan rápido y a Xavi perder los estribos cuando el partido,

El Barça jugó muy bien con once, pero se quedó en shock con diez, como si no lo entendiera

con calma, pudo llegar a ser otro.

El Baráa entregó demasiados minutos al PSG. Se rindió de antemano. Eso pareció cuando, recuperado el sentido y cierto orden ya en la recta final del partido y con 1-3, tuvo sus momentos para equilibrar la eliminator­ia. Al fútbol a veces hay que esperarlo con paciencia, y el Baráa, demasiado rato bloqueado, se dio cuenta tarde. No era tan bueno el PSG. Pero tampoco tan malo el Baráa. ●

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JOSEP LAGO / AFP Momento clave del encuentro en el que Araújo comete una falta a Barcola que el árbitro castigó con tarjeta roja
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