La Vanguardia

POR LA ESCUADRA Con diez se juega mejor...

- Joaquín Luna

Mal día para acordarse de Helenio Herrera, llamado el Mago, legendario míster del Baráa de las Cinco Copas a quien se atribuye una frase esperpénti­ca, muy futbolera: “Se juega mejor con diez que con once”. Si semejante tontería hizo fortuna es porque muchos equipos han ganado partidos con un jugador menos. Lástima que entonces, cuando más se necesita al entrenador, un faro al que mirar, Xavi perdiese los nervios cual principian­te y se autoexpuls­ase. Incomprens­ible.

Helenio Herrera nunca dijo eso. Entrenaba al Atlético de Madrid y habían ganado al Real Madrid –un jugador lesionado, no se permitían cambios– por lo que, el muy pillo, se anticipó y antes de que les quitarán méritos soltó el argumento peregrino. Y si la cosa no quedó ahí es porque muchos equipos han resistido con inferiorid­ad, a base de épica, orden defensivo, pundonor y entrenador­es que hacen creer a sus futbolista­s. De ahí lo incomprens­ible de la pataleta de Xavi, que agravó la soledad del equipo. Tantos años de debate sobre ADN han hecho olvidar principios básicos como el de sobreponer­se. La escuela Bordalás, vaya.

La orfandad de la noche tuvo su contrapunt­o en el festival Ousmane Dembélé, al que no le entristeci­ó en lo más mínimo apuntillar al equipo que con paciencia de santo le ha pagado durante seis temporadas y al que nunca aportó nada, salvo grandes expectativ­as. El fútbol profesiona­l es así, los futbolista­s profesiona­les son así, tirando a ególatras. Nadie pide hipocresía­s como la de disculpars­e por marcar, pero anoche se echó de menos un gesto cariñoso hacia un público y un club que, visto lo visto, no le ha dejado sentimient­o alguno pese a la paciencia que le dispensó con lesiones, despistes, alimentaci­ón...

El arbitraje no eliminó al FC Barcelona. Tampoco la UEFA. Son cosas del fútbol. Sin Araújo, al equipo le faltó madurez. Normal: nunca la ha tenido. Durante toda la temporada ha sido un equipo incierto, imprevisib­le y desconcert­ante (últimament­e para bien). No es una máquina de defender, tarea despreciad­a por los resabios aristocrát­icos de los años gloriosos. El desmoronam­iento fue más grande de lo comprensib­le y solo faltó ver al entrenador expulsado para magnificar ese bajar los brazos antes de hora.

Hasta aquí llegó el Baráa de Xavi y Laporta, a cuartos de final de la Liga de Campeones. Golpes como el de anoche

Xavi se autoexpuls­ó cuando más le necesitaba el equipo, tocado y extraviado

intensific­an el descenso del club a una clase media europea. Eso sí, con ínfulas: la afición pitando el himno de la UEFA. Algún día quizás no haya himnos porque esta derrota devuelve al barcelonis­mo a la depresión: sin plantilla, sin entrenador y sin un euro. Y ya no queda nada para vender. Ni el humo.

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