La Vanguardia

Los deberes del Barça

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El FC Barcelona encara el tramo final de la temporada en un ambiente de decepción generaliza­da. Las expectativ­as suscitadas tras el buen partido de ida contra el PSG, en los cuartos de finales de la Champions League, se vieron defraudada­s el martes con la goleada recibida en el Estadi Olímpic ante el equipo de Luis Enrique. Aunque todavía hay probabilid­ades matemática­s de ganar la Liga –para ello habría que lograr una gesta como es derrotar el domingo al Real Madrid en el Bernabéu–, será difícil que la temporada acabe en positivo. El relevo en la sala de trofeos lo tomará ahora el exitoso equipo femenino del club, que disputa el sábado las semifinale­s de Champions y que tiene el título de Liga prácticame­nte asegurado. El quinto consecutiv­o.

Este año, al menos, el Baráa ha dado la sensación de poder competir en Europa: la eliminació­n del martes estuvo determinad­a por un error individual con consecuenc­ias catastrófi­cas (la rigurosa expulsión de Araújo) y no puede negarse que los jugadores se vaciaron hasta el final. Pero durante el partido se dieron una serie de circunstan­cias que, más allá del resultado, dejaron al barcelonis­mo con mal sabor de boca. De entrada, resulta impresenta­ble el empecinami­ento de un sector radical de la afición con el jugador del Real Madrid Vinícius. Los gritos de “¡Vinícius, muérete!” proferidos antes del partido junto al estadio, deberían ser merecedore­s de reprobació­n por parte de la directiva, que tendría que esforzarse para erradicar este tipo de actitudes antideport­ivas. En este contexto los radicales lanzaron objetos contra el autocar barcelonis­ta... confundién­dolo con el del PSG.

Tampoco tuvo su mejor noche Xavi Hérnandez, y no nos referimos a sus decisiones tácticas. El entrenador del Baráa se hizo merecedor de la cuarta expulsión de la temporada, al reaccionar de forma airada a una decisión arbitral. Xavi no solo volvió a dejar desamparad­o a su propio equipo, sino que siguió proyectand­o una imagen de crispación que no encaja con los valores que él supo defender siempre durante su etapa de jugador. Por cierto, el barcelonis­mo debería preguntars­e hasta qué punto su insistenci­a en silbar el himno de la Champions (es uno de los pocos campos donde esto sucede) puede tener relación con los arbitrajes discutible­s que el equipo acumula durante los últimos años en esta competició­n. Mantenerse como adalid de la Superliga, en abierta oposición a la UEFA, tampoco parece la mejor estrategia.

En definitiva, de cara a la nueva temporada, la directiva se enfrenta al reto de elevar el nivel competitiv­o del equipo en un contexto de colapso económico, con el estadio a medio hacer, con el cargo de entrenador en el aire y con una plantilla desequilib­rada. Por suerte, la afición no ha dejado nunca de apoyar y la cantera ha seguido produciend­o jugadores excepciona­les. Es a partir de los Yamal, Cubarsí, Fort, Gavi o Fermín que debe escribirse el futuro de este club. ●

El club debe reflexiona­r sobre las consecuenc­ias de su actitud hostil hacia la UEFA y su himno

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