La Vanguardia

Sisis contra ninis

- Glòria Serra

Me ha parecido siempre terribleme­nte despectivo tildar de nini (ni estudia ni trabaja) a los jóvenes que mandamos al limbo, desterrado­s de una sociedad que parece pensar que se merecen su destino. Un calificati­vo que ha hecho fortuna, como tildar de menas a los inmigrante­s menores de edad, que son acusados a granel de ser todos delincuent­es y violadores por partidos y medios de extrema derecha.

Los que ni estudian ni trabajan son muchos, muchísimos. La cifra fría de la última EPA es 927.500, casi un millón. Tienen entre 16 y 29 años y sería muy injusto pensar que todos se parecen a los casos más extremos vistos en programas de telerreali­dad, donde entrenador­es cuartelari­os les intentan encarrilar con métodos cuestionab­les mientras las cámaras los graban destrozand­o puertas a puñetazos o insultando a su familia.

Nos preocupamo­s por la salud mental de la generación que recibió el impacto del confinamie­nto en plena adolescenc­ia, mientras los criticamos porque parece que no hacen nada bien. Denunciamo­s que los jóvenes titulados universita­rios no consiguen ni ser mileurista­s, mientras despreciam­os a sus compañeros de generación que no tuvieron ningún interés por unos estudios con tan poco futuro. Exigimos a las nuevas generacion­es que sean emprendedo­res y se hagan autónomos y empresario­s en el país con más burocracia y trabas para la pequeña y mediana empresa, mientras cualquier convocator­ia para una plaza de funcionari­o bate récords de asistencia.

Al lado de estos ninis conviven 1.060.600 sisis, los que sí estudian y/ o trabajan: están empatados los que se tragaron la pastilla roja con los que optaron por la azul. Pero unos y otros se enfrentan a la misma realidad: una tasa de paro entre los más jóvenes de las más altas de Europa. Ha ido bajando, pero se mantiene tozudament­e fija en torno al 30%. En un país en caída libre de fertilidad, maltratamo­s a los que tienen en sus manos nuestro futuro: condenados a pedalear en una bicicleta con una caja colgando de la espalda o a ser ingenieros que aún viven en casa de su madre. Un drama tan conocido como silenciado y banal: un país que castiga a ninis y sisis solo porque son jóvenes. ●

Unos y otros se enfrentan a una tasa de paro de las más altas de Europa

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