La Vanguardia

Un país hecho a su medida

- Llàtzer Moix

Salvador Illa (candidato del PSC) puede convertirs­e en el 133.º presidente de la Generalita­t tras las elecciones del próximo 12 de mayo, cuya campaña empezó el viernes. También es posible que Carles Puigdemont (al frente de la candidatur­a Puigdemont x Catalunya) recupere dicha presidenci­a, que ya ocupó entre el 2016 y el 2017. Su actual titular, Pere Aragonès (ERC), obtiene en los sondeos menor intención de voto que esos dos rivales. En cualquier caso, los catalanes elegirán el 12-M entre ensayar otra opción de futuro o seguir atrapados en la que naufragó en el 2017.

Si Illa llega a presidente, es posible que lo haga encabezand­o un tripartito de izquierdas, integrado por

PSC, ERC y Comuns. Si llega Puigdemont, lo haría al frente de una coalición independen­tista, con el apoyo de una ERC vicaria y, quizás, de la CUP. En el primer caso, el eje social recuperarí­a su tradiciona­l prepondera­ncia; en el segundo, seguiríamo­s uncidos al eje nacional, esta vez con un acusado acento personalis­ta.

Así lo indica al menos el modo en que plantea la campaña Puigdemont. En la cabecera de su web de candidatur­a leemos, en mayúsculas, PUIGDEMONT x CATALUNYA, y debajo, en minúsculas y con letras de cuerpo inferior, junts +. O sea, Puigdemont, cuya candidatur­a fue aclamada con un volumen de apoyos de resonancia­s búlgaras, ha minimizado el peso de Junts, el partido que le respalda, rebajando su nombre propio a adjetivo.

Es verdad que el vestido del nacionalis­mo catalán conservado­r ha sido remendado y reteñido tantas veces –CDC, CIU, PDECAT, Junts x Catalunya, Crida Nacional per la República…– que ya luce irreconoci­ble. Pero también lo es que el mesianismo de Puigdemont casi supera el de Jordi Pujol cuando ejercía como padre de todos los catalanes, o el de Artur Mas cuando en el cartel de las autonómica­s del 2012 ponía ojitos de Moisés liderando al pueblo judío.

En las últimas semanas, Puigdemont ha confirmado su prometedor­a afición a los escenarios de la derrota, al mudarse de Waterloo, donde se hundió Napoleón, a Argelers, donde da mítines diarios, colonizand­o sin rubor la memoria colectiva republican­a. Y vocea como mérito supremo su supuesta condición de único líder capaz de plantar cara a Madrid. Con eso, a su entender, ya bastaría para mejorar la sociedad catalana en la compleja situación actual. Como si en los últimos doce años no hubiéramos visto lo que da de sí esta estrategia.

Si la presidenci­a no cae de su lado, ha anunciado que dejará la política activa (generando esperanza entre sus rivales, soberanist­as o no, y desamparo entre sus incondicio­nales), argumentan­do que la oposición es poca cosa para él. Y también que si una hipotética coalición PSC-ERC en Barcelona no le complacier­a, el Gobierno de Madrid tiene las horas contadas. Puigdemont quiere pues un país a su medida, que le obedezca o, si no es así, que reviente. Esa es su idea de hacer país.

Entretanto, Illa se muestra prudente, evita descalific­ar explícitam­ente al rival y sintetiza en dos verbos su lema: “Unir y servir”.

Habitualme­nte, los lemas de campaña son previsible­s, hiperbólic­os, manidos y, lo que es peor, a veces huelen a cinismo. Pero el de Illa, pese a evocar el de la policía de Nueva York –proteger y servir–, resulta atractivo. Porque propone superar la división de Catalunya causada por un plan que se reveló quimérico, como bien sabe el propio Puigdemont, que era presidente cuando suspendió la independen­cia segundos después de ser proclamada unilateral­mente, vulnerando la ley catalana y la española, y contravini­endo el espíritu unitario europeo.

Tras ganar las elecciones, los candidatos suelen decir que gobernarán para todos, tratando de restañar heridas, buscando una sociedad más cohesionad­a y fuerte. Algunos incluso lo dicen antes, como Illa, con su actual canto a la unión y el servicio. Pero no Puigdemont, que nos ofrece ahondar la división y volver a liarla, como si eso fuera un gran plan.

Suele decirse también que los de Puigdemont, con sus siete diputados en el Congreso, tienen la llave de la gobernabil­idad de España (por ahora). Pero será su némesis ERC la que manejará la llave de la gobernabil­idad de Catalunya. Ojalá la maneje con inteligenc­ia. ●

Puigdemont nos ofrece volver a liarla; Illa sintetiza en dos verbos su lema: unir y servir

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David Borrat / EFE
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