La Vanguardia

“Subieron por venganza un vídeo sexual mío a la red y no se podía borrar”

● Expertos explican que no todo el contenido presente en internet puede ser suprimido ● Hay compañías que se dedican a preservar la reputación digital de sus clientes

- Josep Fita

● Tras muchos años, Natalia pudo eliminarlo gracias a una empresa especializ­ada

Hace ya unos años, a Natalia (nombre ficticio para preservar su identidad) le hicieron una mala jugada. Fue víctima de algo parecido a una pornovenga­nza por parte de su exnovio. Un vídeo suyo de contenido sexual acabó siendo subido a la red. Lo supo porque una amiga la puso sobre aviso: “Te ha visto todo el mundo por internet”, le advirtió. Ella se quería morir. El impacto fue de tal magnitud que incluso barajó la posibilida­d de quitarse la vida si no conseguía eliminarlo. Acudió a la policía, pero le dijeron que se olvidara, que esa grabación estaría presente para siempre en la red. Por fortuna, años más tarde, y mediante la intervenci­ón de una empresa especializ­ada, consiguió borrarlo. Ahora vive mucho más tranquila.

¿Es posible borrar tu huella de internet? Natalia, en su caso, entendía que sí, siendo como era víctima de una pornovenga­nza. Pero le costó sudor, lágrimas y mucho sufrimient­o. “Era poner mi nombre en Google y aparecer el vídeo. Estaba en todas las páginas porno”, cuenta a La Vanguardia.

Aunque desde un primer momento acudió a la policía, la grabación ha circulado por la red durante muchos años. “La policía me ayudó, intentaron retirarla de los sitios que pudieron, pero me decían que no podían hacer más”. Su sufrimient­o llegó hasta tal punto que pensó en quitarse de en medio. “Ha sido un suplicio. La suerte es que soy muy fuerte, porque otra ya no estaría aquí”.

En su día contactó con varias páginas web que se dedican a eliminar contenido de la red, pero no tuvo éxito. Sin embargo, no desistió. Gracias a su empeño, hace menos de dos años se topó con una empresa que, por fortuna, consiguió eliminar el vídeo de internet.

No es tarea fácil borrar un contenido de la red. Depende mucho de la tipología del mismo, señala óscar Sánchez, jefe de operacione­s de Repscan, la startup que solventó el problema de Natalia. “Si estamos hablando, por ejemplo, de una difamación, no es nada sen

“La suerte es que soy una persona muy fuerte, porque otra ya no estaría aquí”, esgrime Natalia

“Durante años escribí a Google, Twitter… Me decían que retirarían la informació­n, pero no lo hacían”, dice Alejandra

cillo suprimirla porque tienes que aportar muchas pruebas a los buscadores como Google –como sentencias judiciales– que la desacredit­en. Muy distinto es si hablamos de una infracción relacionad­a con tu privacidad o de copyright. Ahí es relativame­nte fácil”.

Advierte, además, que no es suficiente llegar a un acuerdo con empresas como Google, sino que es necesario ir más allá. “Con Google lo que consigues es que una informació­n determinad­a no aparezca en el buscador, pero si persigues su eliminació­n, tienes que contactar directamen­te con el servidor o la página concreta”. Las redes sociales también son su ámbito de actuación.

Explican que no aceptan todos los casos que les llegan. “Desestimam­os los de personas que han cometido delitos por motivo de odio: racismo, contra las mujeres, homofobia… A las víctimas de estos casos sí que les damos servicio si nos lo piden”, arguye Mar Jufresa, cofundador­a y directora de producto de la empresa. Tampoco aceptan casos “de potenciale­s violadores, pederastas, ni de políticos que quieren eliminar informació­n vinculada a su actividad pública, porque se trata de contenido público”, añade Sánchez.

Por su actividad –se dedican a controlar la reputación online de empresas y particular­es–, tienen clientes de todo tipo. “Desde la ferretería de la esquina hasta una empresa del Ibex 35”, relata Jufresa. “O desde el empresario que vive en América y tiene mil negocios hasta el particular del 3.º 2.ª a quien le han colgado una fotografía”, añade. Al final, dice, “internet afecta a todo el mundo”. Y es verdad. Por eso sus clientes están diseminado­s por todo el planeta y el número de casos que les llegan no deja de aumentar. Tanto, que han iniciado una ronda de financiaci­ón para seguir creciendo.

Dentro de su equipo hay distintos perfiles profesiona­les. Desde criminólog­os hasta licenciado­s en ADE, Empresaria­les, Marketing, abogados… En su caso, es básico conocer la legislació­n de cada país para llevar a cabo su trabajo. Para empezar, el derecho al olvido solo aplica en Europa y en algunos países de Latinoamér­ica. No así en EE.UU. “De todas formas, ahí hay otro tipo de legislació­n que podemos usar para eliminar cierto tipo de contenidos”, apunta Sánchez.

Desde que dio con ellos, a Natalia le ha cambiado la vida. Que el vídeo desapareci­era de la red ha supuesto un punto de inflexión mayúsculo para ella. “Ahora estoy superfeliz. Todo este tiempo he tenido mis capacidade­s anuladas en cierta forma. Cuando el vídeo empezó a desaparece­r, comencé a cambiar. No me daba cuenta, pero arrastraba un estrés increíble que mermaba mis capacidade­s. De hecho, cuando recuerdo lo sucedido, todavía hoy me pongo a temblar y sudar”.

Lo mismo le ocurre a Alejandra (nombre ficticio para mantener su anonimato) cuando rememora lo que le ocurrió hace unos años. Pediatra de profesión, ejercía como tal en su país, ubicado en Latinoamér­ica. En más de una ocasión había aparecido en los medios para denunciar la situación precaria del sistema sanitario. Y eso, entiende, acabó pagándolo. Un buen día, según cuenta, se presentaro­n en el centro privado donde trabajaba unos hombres y se la llevaron presa. “Fue horrible, un secuestro en toda regla. Han pasado años de aquello, pero todavía tiemblo al recordarlo”.

Relata que la tuvieron recluida en una especie de campamento – “era como una cárcel”, sostiene– durante un mes. Pasado ese tiempo, la sometieron a un juicio y el magistrado determinó que no había nada en su contra. “Afortunada­mente, el juez no estaba compinchad­o”. Gracias a eso, la liberaron. No obstante, rápidament­e vio que su historia había corrido como la pólvora. “Aparecían fotografía­s mías en la red esposada. Solo me pusieron las esposas para hacerme la instantáne­a, que luego repartiero­n por los medios”.

Al final, acabó abandonand­o su país y afincándos­e en España. Sin embargo, su historia la perseguía. Un buen día, la jefa de la clínica donde encontró trabajo se topó navegando por la red con su foto, y saltaron todas las alarmas. Aunque creyó su historia –pudo mostrarle la sentencia que la exoneraba–, aquellos artículos circulando por internet podían perjudicar al centro. De ahí que su trabajo estuviera pendiendo de un hilo. “Estaba desesperad­a, a punto de quedarme sin empleo por una injusticia”. Afortunada­mente, como Natalia, acabó llamando a la puerta correcta consiguien­do –gracias a la intermedia­ción de la startup con sede en Barcelona– eliminar su historia de internet. Ella, por su cuenta, lo había intentado sin éxito. “Estuve durante cuatro años escribiend­o a Google, Twitter, Facebook… Me respondían que sí, que retirarían la informació­n, pero que tenía que esperar. No obstante, el momento de retirarla nunca llegaba”.

Hoy sigue trabajando de pediatra en España. Y anima a todo aquel que quiera borrar alguna informació­n injusta a no desesperar. “Se puede conseguir si hay base legal”, concluye. ●

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©Miguel Lorenzo Natalia recuperó la alegría de vivir cuando consiguió que su vídeo de contenido sexual dejara de circular por la red

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