La Vanguardia

Accidentes laborales y Primero de Mayo

- Joan-enric Vives Arzobispo de Urgell

Más de un centenar de personas, según datos de la Generalita­t, murieron en el 2023 por accidente laboral en Catalunya; 721 en España. Casi dos cada día, sin contar las que han sufrido graves afectacion­es de salud o las que sufren enfermedad­es profesiona­les. Cada uno de estos accidentes ha tenido graves consecuenc­ias personales y económicas en las familias de los accidentad­os, que, además, no siempre reciben el apoyo institucio­nal necesario. Un problema alarmante y un indicador de la importanci­a de la prevención y la seguridad laborales. Por este motivo, en el 2003 la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) convirtió el 28 de abril, en día mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, cerca del Primero de Mayo.

Detrás de estos datos, que afectan sobre todo a la industria y la construcci­ón, se esconden otras realidades. En primer lugar, la constataci­ón de que, según los expertos, hay factores muy significat­ivos al evaluar riesgos: la excesiva subcontrat­ación o temporalid­ad que no ayudan a garantizar la aplicación de medidas y hábitos de trabajo saludables, la irregulari­dad de algunas contrataci­ones (no todo el mundo puede disponer de permiso de trabajo) que expone a algunos trabajador­es abusos y presiones en su salario, horarios y seguridad. Podemos pensar en determinad­os sectores laborales, así como en el grado de compromiso sindical en los centros de trabajo, que tiene una relación directa con el control e implantaci­ón de medidas de seguridad en las empresas.

El trabajo, según la Doctrina Social de la Iglesia, es central en la vida de las personas: para ganarse la vida, para poder desarrolla­rse, para cuidar de los que nos rodean y contribuir al bien común y, en más de un sentido, a la obra creadora de Dios. El trabajo, remunerado o no –hay que distinguir entre trabajo y ocupación– exige condicione­s dignas. Tiene que ser lugar de vida y no causa de muerte.

En este sentido, hay que valorar como se merecen los esfuerzos que hace tanta gente, cristiana o no, con el fin de dignificar las condicione­s laborales. Ciertament­e conviene incidir no solo en la atención a las víctimas de los accidentes y en sus familias, sino en los factores que tienen que ver con las causas, no siempre visibles y valoradas. En este sentido, el compromiso sindical para que las contrataci­ones y condicione­s laborales sean dignas y justas, la atención y solidarida­d con los compañeros de trabajo cuando hace falta, la observanci­a de las medidas de seguridad o la formación continuada son pequeñas o grandes acciones imprescind­ibles, aparte, claro está, de la considerac­ión de que en el mundo del trabajo, la ganancia económica no tendría que condiciona­r

El trabajo exige condicione­s dignas; tiene que ser un lugar de vida y no de muerte

absolutame­nte toda la actividad. El papa Francisco apela a la responsabi­lidad de todos al decir: “no podemos acostumbra­rnos a los accidentes laborales, ni resignarno­s a la indiferenc­ia (...) La seguridad no solo está garantizad­a por una buena legislació­n, que hay que hacer cumplir, sino también por la capacidad de vivir como hermanos en el puesto de trabajo”.

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