Pasión y desenfado
Francisco Rico fue durante medio siglo un profesor de literatura insustituible en la universidad española (primero en la UB y después, de modo consolidado, en la UAB). Discípulo de José Manuel Blecua y de Martín de Riquer, aprendió de ellos el rigor filológico en la edición de los textos literarios, la meticulosidad en la historia y la crítica literarias, y el empeño de combatir con la sabiduría y el buen gusto por la literatura, por las literaturas. Era académico de diversas instituciones y, por encima de cualquiera de ellas, de la RAE, en la que tomó posesión el 4 de junio de 1987 con un discurso titulado “Lázaro de Tormes y la novela”, que contestó Fernando Lázaro Carreter, de quien Rico confesaba en el 2004 que “a lo largo de cuarenta años, he tenido en Fernando entre un padre y un hermano: amigo, guía, aguijón, interlocutor, cómplice…”.
Las labores universitarias, académicas y editoriales de Rico son una geografía de muy amplias fronteras. Catedrático de Literaturas Medievales de la UAB, atendió a los dominios de las literaturas románicas, a la del Renacimiento, a la española de la edad de oro, con los oteros de Lazarillo de Tormes y el Quijote, pero también a la novela picaresca o al teatro de Lope de Vega. Si bien sus empresas filológicas no se cerraban en ese vasto universo, pues sus trabajos y sus días se dedicaron a dirigir la Historia y crítica de la literatura española (Crítica) y la Biblioteca clásica de la RAE.
Desde joven, Rico se movió en otros ámbitos no estrictamente universitarios, donde practicaba su pasión por la literatura con gran desenfado. Son los tiempos de Gabriel Ferrater, Carlos Barral o Jaime Gil de Biedma. Pasada la cuarentena, el escepticismo tomó su justo lugar y en ese camino aparecieron otras amistades: Jesús Aguirre, Juan Benet o Javier Marías, quien le convirtió en personaje.
Recorro muy parcialmente su currículum. Deslumbraba por su erudición El pequeño mundo del hombre (1970), erudición puesta al servicio de una vieja tesis griega según la cual el hombre es un microcosmos, inserto en otro que se escapa a su gobierno. El recorrido de Rico iba de la edad media al siglo de oro. Ese mismo año aparecía La novela picaresca y el punto de vista, donde ponía de relieve que no solo conocía lo que le habían enseñado Riquer y Blecua, sino que estaba atento a la nueva crítica literaria francesa, ofreciendo “otra lectura” del libro de 1554.
La querencia por Lazarillo de Tormes se agigantó unos años después con su edición de la novela y la publicación de Problemas del “Lazarillo”, donde confesaba que su estudio estaba “más atento a apuntar problemas que confiado en resolverlos”. Breve biblioteca de autores españoles (1990) pone de manifiesto su perenne voluntad de acercar lo clásico a lo contemporáneo. El sueño del humanismo (1993) es un libro que esconde la intrahistoria de sus trabajos. Y en la cumbre de toda buena fortuna sus estudios y ediciones del Quijote, hasta convertirlas para la posteridad en el Quijote de Francisco Rico.
El excepcional historiador, crítico y filólogo ha fallecido. Su obra se extenderá largamente. “April is the cruellest month”.
Las labores académicas y editoriales de Rico son una geografía de muy amplias fronteras
trataba de una obra repleta de humor, sin segundas lecturas ni interpretaciones esotéricas como habían querido ver algunos estudiosos.
Fue en 1987 cuando entró a formar parte de la RAE como académico de número, donde trabajó en múltiples proyectos de investigación y debatió apasionadamente con sus colegas, pues era conocido su marcado carácter polemista con sus amigos y contrarios, dentro y fuera de la corporación.
En paralelo, y como complemento de su pasión cervantina, Rico atesoró múltiples ediciones del libro que narra las aventuras del caballero andante, colección que cedió a la Universitat Autònoma de Barcelona. Algunos de esos ejemplares eran primeras ediciones de los años 1605 y 1608. En el 2015 la UAB organizó una exposición de sus volúmenes quijotescos, que fue apadrinada por Jordi Savall con su música, y por Eduardo Mendoza. El autor de La ciudad de los prodigios tuvo a un gran primer lector de sus obras en la figura de Rico, pues, antes de darlas a publicar, el filólogo se encargaba de leer el primer manuscrito.
Rico fue catedrático de Literaturas Hispánicas Medievales de la UAB, pero su proyección académica estuvo siempre marcada por la obra de Miguel de Cervantes y, también, por la de Petrarca. El profesor fue un gran amante de la literatura italiana, y así lo demostró este mismo año con su última obra, una semblanza del autor del Cancionero, titulada Petrarca. Poeta, pensador, personaje (Arca).
Cuando Javier Marías visitaba Catalunya, se convertía en su vecino de Sant Cugat. Allí el novelista le pidió permiso para convertirlo en personaje de sus obras y Rico le dio su autorización, pero le puso una condición: que no apareciera con un nombre inventado, sino con el suyo propio. Y así es como aparece en la obra del autor madrileño.
Además de Cervantes y Petrarca, Rico admiraba la altura poética de Ausiàs March y tenía otra debilidad, el Lazarillo de Tormes, sobre el que precisamente escribió su discurso de ingreso en la RAE. En la docta casa, dirigió la colección Biblioteca clásica, de 111 títulos, entre los que se cuentan, además de los Quijotes citados, las obras completas de Miguel de Cervantes, presentadas en noviembre del 2019.
El Consejo de Ministros del 29 de diciembre del 2015 le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, y en abril del 2016 fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Bolonia, en Italia, su segunda patria literaria. ●