La Vanguardia

¿Debe cobrar Barcelona un peaje como Venecia?

Venecia inventó el turismo urbano y ha sido la primera en cobrar peaje al visitante de día. ¿Deben seguir su ejemplo ciudades saturadas como Barcelona? La capital catalana lleva ya tiempo trabajando para paliar los efectos de la masificaci­ón.

- Miquel Molina

Venecia inventó el turismo urbano en el siglo XV, cuando empezó a desmantela­rse su imperio militar y comercial. Desde entonces ha sido un museo al aire libre, atractivo también por su promesa de hedonismo y sensualida­d. No hay más que fijarse en cuadros de Canaletto como el que atesora el MNAC ( Il Bucintoro), con las fondamente y los canales llenos de gente, para poner de relieve que la saturación turística viene de lejos.

Y eso que en Venecia es fácil hallar remansos de autenticid­ad fuera del eje infernal San Marco-ferrovia. En barrios como Cannaregio, Castello, Giudecca o Dorsoduro es posible evocar la nostalgia veneciana aun en temporada alta. A muchos turistas les horroriza apartarse de la ruta principal, espantados ante el riesgo de perderse por las callejuela­s sin ninguna franquicia de pizza gomosa a mano.

Pero es evidente que la concentrac­ión de visitantes puede llegar a ser extraordin­aria (100.000 turistas por 40.000 residentes algunos días), perturband­o sobremaner­a la vida de la ciudad. Esto se hace patente cuando los vaporetti pasan de largo de las paradas porque van abarrotado­s. La reacción de los locales, compuestos y sin barco, puede llegar a ser temible.

Presionado por esto y por la amenaza de ver su ciudad incluida en la humillante lista del patrimonio en peligro de la Unesco, el alcalde, Luigi Brugnaro, se ha visto impelido a imponer un peaje de 5 euros a los visitantes de día. Pese a las críticas recibidas por privatizar la ciudad o por no afrontar la crisis de fondo, la medida parece funcionar, al menos, en lo que tiene de instrument­o recaudator­io.

El experiment­o de Venecia va a ser objeto de estudio en todas la ciudades con sobreabund­ancia de turistas. Por ejemplo, en una Barcelona donde se siguen con atención las políticas de contención

De entrada, el peaje veneciano invita a pensar en algún tipo de medida que limite los crucerista­s de día, cuya presencia es aparatosa y molesta no solo para los locales, sino también para el turismo de calidad. Pero, más allá de esta opción, es obvio que la iniciativa de la insular Venecia debe adoptar otras formas en ciudades donde un peaje no es posible.

A su manera, Barcelona lleva mucho tiempo previniend­o la saturación. Estos días, la prensa internacio­nal, al informar sobre el peaje veneciano, menciona la capital catalana entre las ciudades que han tomado cartas en el asunto con medidas como la limitación de hoteles o la lucha contra el apartament­o turístico ilegal. El mensaje, de alguna manera, está lanzado.

Hay que recordar que este abril se ha aplicado la última subida prevista del recargo municipal de la tasa turística. Los visitantes que pernoctan pagan ya entre los 6,75 euros por persona y día de los hoteles de lujo y los 4,25 de los establecim­ientos más baratos. Es una tasa que aún puede aumentar, pero tal vez lo prioritari­o sea explicarla mejor. Al vecino o vecina, pero también al turista.

Este debería ser informado mediante un documento entregado en los propios hoteles de que su dinero se empleará en medidas que evitarán que su presencia en la ciudad sea indeseada. Por ejemplo, para aumentar la frecuencia del transporte compartido entre locales o visitantes; para promociona­r el turismo cultural; para conservar el patrimonio histórico, o para preservar el comercio con encanto.

El Ayuntamien­to ha destinado parte de

Sería útil explicar con detalle al visitante en qué se invierte el dinero de su tasa turística

la tasa del año pasado a la climatizac­ión de escuelas. Era una medida necesaria y urgente, pero tal vez deba evitarse la posibilida­d de que el visitante piense que con su dinero paga problemas estructura­les de la ciudad, como si fuera una agencia de cooperació­n. Vincular este gasto a la convivenci­a de turistas y locales, subrayando los intereses comunes, quizás sea cada vez más didáctico. En Venecia se explica que parte del dinero recaudado se destinará a mejorar el sistema submarino contra las crecidas de agua. En el futuro, en una Barcelona situada en primera línea de la crisis climática, quién sabe si lo pertinente será comunicar al visitante que su tasa se usará para salvar unas playas que son de todos.

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MARCO BERTORELLO / AFP Fotografia­r de día la basílica de San Marco requiere de un cierto esfuerzo
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