El discurso del Rey (de la moda)
Giorgio Armani ha demostrado a lo largo de cinco décadas que la elegancia no es únicamente el saber vestir o la ropa que llevas. Quien, como el que escribe, ha tenido el privilegio de compartir un rato con él, ha quedado fascinado por su tono de voz suave, su ligereza al moverse, una mirada intrigante, el uso moderado y atento de las palabras.
Una elegancia natural e intrínseca a la persona, que el célebre diseñador ha sabido transmitir a sus colecciones. “El lujo para mí consiste en pensar de una manera distinta de dar cosas a la gente. Verá, yo me ocupo de seres humanos”, dijo a La Vanguardia.
A sus 89 años, es tiempo de hacer balance. Es uno de los pocos iconos de la moda italiana que se ha mantenido independiente y que no ha caído en los grandes grupos. Pero hace unos días el venerable Giorgio ha roto pequeños tabúes, mostrando el camino que puede seguir su imperio, un grupo que en el 2022 tuvo unos ingresos de 23.000 millones de euros y un beneficio operativo de más de 200 millones. Según Bloomberg, la empresa podría tener un valor de 10.000 millones de euros en vista de una posible cotización.
“Actualmente no preveo una adquisición por parte de un gran conglomerado del lujo”, pero “no quiero excluir nada a priori porque eso sería una forma de actuar ‘ poco empresarial’”, declaró. Y sobre la posibilidad de cotizar en bolsa asegura: “es algo que todavía no hemos discutido, pero es una opción que se puede considerar, esperemos en el lejano futuro”. Ya en el 2021 se llegó a plantear una fusión entre Ferrari y su compañía, que desató la fantasía de los inversores, pero los Agnelli al final cerraron la puerta. Se habló de un acercamiento con L’oreál. Tampoco se hizo nada.
Giorgio Armani, que creó su grupo en 1975, ha sido pionero en muchos aspectos. Fue de los primeros modistos de autor en alcanzar la notoriedad al vestir a iconos del cine (Richard Gere en American Gigolo, 1980), extendió el diseño a la ropa de niños, a los muebles, a la gastronomía y a los hoteles. Es uno de los pocos estilistas de moda que ha contado con una retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York.
Mientras Armani se consolidaba en la élite, en los últimos años el sector vivió la revolución del fast fashion, que el italiano valoró con cierta frialdad. “Todo lo que es mera consecuencia de una demanda o de una tendencia acaba con productos de calidad modesta. Por ejemplo, la chaqueta o los pantalones de estas marcas no caen de manera impecable. Cuestan poco, pero también dan poco”, dijo.
Al mismo tiempo Armani es un firme defensor de la sencillez y del tejido de los vaqueros. “Nos acompaña en nuestras aventuras diarias, es resistente, versátil, unisex, democrático y sin tiempo. Es para siempre”.
En el año 2006, también fue un visionario al alertar sobre la agresividad comercial de China. “Tenemos que tener cuidado de que los chinos no acaben inventando una creatividad china. La protección de nuestras ideas tiene que ser global”, advertía, en un mensaje que hoy suena casi profético.
Goloso de la pasta Tortelli a la piacentina (con requesón, espinacas y parmesano), apasionado de baloncesto, considerado el tercer hombre más rico de Italia, está enamorado de la isla de Pantelleria, (Sicilia) donde tiene su refugio estival en las características casas dammusi hechas con piedras y cal.
Leo Dell’ Orco, su brazo derecho en el grupo le califica así: “es el más creativo de todos, si dependiera de él se atrevería cada vez más”. Giorgio Armani en cambio se define como “puntilloso, preciso, riguroso, intransigente”.
Hace más de una década hubo una campaña en Italia para nombrarlo senador vitalicio de la República Italiana, como el mejor embajador del made in Italy. Pero él, tan modesto, respondió que lo rechazaría, al haber personas que lo merecen más que él. Su enésimo gesto de elegancia. ●
Por primera vez, a sus 89 años, Giorgio Armani plantea una fusión o una salida a bolsa