Divinos maestros cantores, genial maestro Heras-casado
El Real se entrega a la batuta granadina, que juega todas sus bazas como consagrado director wagneriano en unos ‘Cantores’ para el recuerdo
Enorme tour de force el que supone levantar unos Maestros cantores de Nuremberg, la única comedia que escribió Wagner –a parte de La prohibición de amar– y con la que ironizó sobre las resistencias que debe soportar el talento innovador entre los artistas de su misma época. Wagner aparcó en 1868 los mitos y las figuras de autoridad pública que caracterizaban sus libretos para lanzar un mensaje imperecedero a cuenta de esta comedia costumbrista sobre un concurso de habilidades canoras entre maestros artesanos para casarse con la hija de un comerciante: la verdadera obra de arte representa un peligro para el statu quo. El Teatro Real la sirve ahora con solvencia musical y escénica , tras 22 años sin representarla.
El coliseo lírico madrileño no ha escatimado en medios: 230 artistas y dos meses de trabajo entre la batuta Pablo Heras-casado y el regista Laurent Pelly. ¡Y son 9 funciones! En la de ayer domingo, la sala estaba llena y no faltaba entre los asistentes el primer español que dirigió en el wagneriano festival de Bayreuth, Plácido Domingo. En todo caso, el tenor no salió nada bien parado de la experiencia en ese foso. Dejó para el siguiente la tarea de elevar el listón. Y este fue Heras-casado, quien, aupado por Joan Matabosch, director artístico del Real, que fue el primero que le confió un Holandés errante además de la Tetralogía, pudo demostrar una inesperada valía en el foso del teatro que diseñó Wagner. El granadino fue ahí coronado. Y con estos Cantores se ha acabado de consagrar como la nueva batuta wagneriana española.
En sus manos, la orquesta del Real luce matices y colores en este título de casi cinco horas, al final de las cuales hubo una especial ovación para Heras-casado. La batuta perdió a un contrabajista que sufrió un ligero desmayo, causando el instrumento al caer un ruido atronador. Pero la función no se detuvo. Esta producción que estrena el Real y se verá en Copenhagen y Brno es fiel al humor blanco del libreto. Humor contra el conservadurismo y la cerrazón que lleva a la vieja guardia a sabotear al joven enamorado de la casadera: si quiere participar en el concurso ha de componer y cantar bajo un sinfín de normas artísticas. Solo el zapatero, Hans Sachs (muy aplaudido y carismático barítono Gerald Finley) pone en valor el talento del muchacho, invalidando a su rival, Beckmesser (un histriónico Leigh Melrose). Pelly presenta el taller de Hans invadido por pilas de libros. “Si no fuera poeta habría dejado de remendar zapatos”, dice el personaje, antes de entonar al final de esa noche de San Juan en la que transcurre la ópera una perorata sobre la eternidad del sagrado arte alemán. Esa que inspiró a Hitler. ●