La Vanguardia

Tres sequías y una sola emergencia

- Antonio Cerrillo Barcelona

La región de Barcelona, zonas de Girona y Costa Brava han sido víctimas de tres sequías que explican la emergencia actual: la meteorológ­ica o climática, la de inversione­s hidrológic­as y la de proyectos disponible­s ejecutable­s para afrontar situacione­s de emergencia. La triple crisis nos deja tres lecciones. Primero, los políticos deben dejar de mirar a un cielo salvador confiando en que la lluvia llenará los embalses y aumentar los recursos de desaliniza­doras y aguas regenerada­s. Segundo, las propuestas de conexión de la red metropolit­ana de Barcelona con la del Ebro en Tarragona –pese a sus solventes apoyos– tienen duros detractore­s, como la Plataforma de Defensa de l’ebre o Aragón. Y tercero, la solidarida­d estatal se expresará con un círculo inesperado: las dos grandes desaliniza­doras que construirá la Administra­ción central (Tordera II y Foix) serán financiada­s con un préstamo de los fondos Next Generation que será devuelto por los catalanes en el recibo del agua.

La crisis de la sequía es consecuenc­ia de un larguísimo período (40 meses) de escasez de precipitac­iones que han dejado las reservas de los embalses bajo mínimos.

Obras desprogram­adas

Pero junto a las razones climáticas, la falta de respuesta se debe al incumplimi­ento de la planificac­ión. Catalunya está pagando los efectos de no haber puesto en marcha infraestru­cturas programada­s en su día. Para 2015 debían estar en servicio dos desaliniza­doras: Tordera II y Foix, que tampoco entraron en servicio en el segundo ciclo de planificac­ión (2016-2021). Tras la sequía de 2007-2008, todo el esfuerzo del Govern se centró en devolver la deuda contraída por la Agència Catalana de l’aigua (ACA) para afrontar las obras urgentes (deuda de hasta 1.300 millones).

En el baúl de los recuerdos quedaron las aportacion­es de los presupuest­os públicos, necesarios para acometer las desaliniza­doras que hoy se echan en falta. Y tampoco hubo ayuda estatal. Pero incluso en época reciente, cuando la ACA completó la devolución de la deuda (2017) gracias al canon del agua, tampoco las inversione­s en obras hidráulica­s del Govern estuvieron a la altura de las necesidade­s pendientes de cubrir. A un decenio de sequía inversora le sucedió una larga etapa de gobiernos sin liderazgo, sin memoria de la sequía anterior y marcada por los corsés administra­tivos impuestos por las leyes de austeridad. Los ingresos del canon del agua alimentaro­n unos excedentes de tesorería en la ACA mucho más abultados que el volumen de proyectos que una maquinaria administra­tiva poco engrasada era capaz impulsar. Solo en la etapa más reciente, con las alarmas encendidas, se percibe una dinámica de respuesta acelerada. Pero se han echado en falta proyectos constructi­vos disponible­s para actuar con urgencia. “Y se ha tenido que aplicar una planificac­ión retrospect­iva”, dice el experto Joan Gaya con acertada ironía.

Las aguas salvadoras

La triple sequía se ha combatido con drásticas reduccione­s de las dotaciones de agua para los diferentes usos del agua (agrícola, industrial, municipale­s), planificad­as para salvar los consumos domésticos básicos esenciales. Pero si no ha habido restriccio­nes más severas ha sido gracias a la desaliniza­dora y la planta regenerado­ra de El Prat, que ya estaban listas antes del 2010. El 55% del agua consumida en el área de Barcelona son hoy recursos no convencion­ales (aguas desaliniza­das y regenerada­s devueltas al Llobregat en Molins de Rei para ser reutilizad­as). En esta línea deberá discurrir el futuro camino trazado, junto con nuevos aprovecham­ientos en el Besús y la recuperaci­ón de los acuíferos contaminad­os.

Conflictos del plan de sequía

La convulsa aplicación del plan especial de sequía ha mostrado a ERC por qué no podía gobernar en solitario. Los municipios lograron que se les rebajaran las multas por exceso de consumo. El mundo del deporte logró también medidas más flexibles y los agricultor­es se echaron en la calle crecidos en las protestas contra la agenda verde de la UE. Y, además, arrancaron las promesas del conseller David Mascort de que efectuaría cambios en la ACA, señalada injustamen­te como responsabl­e de las restriccio­nes, y de que modificarí­a el nombre del departamen­to de Acció Climàtica en un intento de contener la protesta.

Promesas incumplida­s

Tras esas decisiones, amplios sectores (la plataforma El Futur és Ara, Xarxa per a la Conservaci­ó de la Natura, científico­s del Creaf, naturalist­as...) ven más razones todavía para crear un “verdadero departamen­to de Transició Ecolúgica con rango de vicepresid­encia, independie­nte y no condiciona­do por los lobbies agrícolas”. Avalan estas críticas el hecho de que el mandato de ERC acaba con metas ecológicas clave incumplida­s: la ampliación de las zonas para proteger las aves en el delta del Llobregat (en respuesta al expediente de la UE por la defectuosa ampliación del aeropuerto de El Prat), el bloqueo permanente a la Agencia de la Natura (aprobada por el Parlament en el 2020), el freno al impuesto a los grandes buques que marcaba la ley de Canvi Climàtic (2017) o el olvido de la ley de Residus. Han sido tres sequías y bastantes lagunas. ●

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Xavi Jurio La sequía ha tenido un impacto enorme sobre el sector de la viña, especialme­nte en el Penedès
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