La Vanguardia

La cara del presidente

- Fernando Ónega

Para sosiego espiritual de don Pedro Sánchez, me parece procedente recordar que Lincoln, nada menos que Abraham Lincoln, también tuvo problemas de credibilid­ad. Cuando le acusaban de ser poco fiable, él respondía: “Si yo tuviera dos caras, ¿cree usted que usaría esta?”. Tras la crisis de abril, este cronista está convencido de que Sánchez sí tiene al menos dos caras que usa de forma magistral, desde el conocimien­to de la definición de Franáois Brunelle: “La cara es la herramient­a de comunicaci­ón por excelencia”.

No pienso en sus cambios de opinión, que, desde que habló con Alsina, son la parte cómica de su mandato. Pienso en el rostro que deja ver cuando comunica algo a la ciudadanía. El 24 de abril necesitaba que creyésemos que podía dimitir y acudió al Congreso con aspecto demacrado, doliente, cabreado, como herido en el alma. Esa imagen, repetida miles de veces en prensa y televisión, resultó fundamenta­l para hacer creíble que el hombre de la resistenci­a ya no resistía más. “Algo le pasa”, se escuchaba en las conversaci­ones, e incluso GarcíaPage se apuntó a la campaña de salvar al soldado Sánchez.

Cinco días después, su cara era distinta, tranquila, diría que alegre en el atril de la Moncloa y después, en la Feria de Abril de Barcelona. Allí se hizo cientos de selfies y, por primera vez en mucho tiempo, se encontró con un público que no le abucheaba. Todo eso quedaba reflejado en su segunda cara, que había rescatado del armario electoral. Lincoln, desde el otro mundo, contemplab­a asombrado el espectácul­o. El cronista se asombraba de otras cosas: de cómo se puede liderar la regeneraci­ón sin un programa que acompañe tan elogiable propósito; de cómo pretende la concordia al tiempo que descalific­a e insulta a la oposición; de cómo medita su retirada al tiempo que anuncia que será candidato en el 2027; de la gigantesca habilidad para convertir una crisis personal en crisis de Estado, o de cómo identifica a los dirigentes de su “querido Partido Socialista” con la “mayoría social” del país. Son las dos caras, presidente Lincoln; siempre las dos caras, convertida­s en instrument­o ideológico de máximo nivel. La ciencia política tiene en Sánchez una nueva asignatura.

Ahora llegan los efectos sociales del cambio de máscara. No entiendo cómo Feijóo se dejó arrebatar la bandera de la regeneraci­ón. Y, en general, hay un miedo difuso a la pérdida de libertad informativ­a. Hay alarma, porque el presidente confiesa que lleva diez años, no diez días, perseguido por los jueces de la lawfare; habrá que eliminar esa justicia. Y de tanto hablar con independen­tistas, se contagió de su costumbre: lo que va bien lo hizo Sánchez; lo que va mal es responsabi­lidad de otros. Yo no sé si merece un Goya, como propuso ayer Josep Martí Blanch, pero tengo una seguridad: ningún otro presidente le ha superado, ni siquiera igualado, como actor.

Lo que va bien lo hizo Sánchez; lo que va mal es responsabi­lidad de otros

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