La Vanguardia

Lewandowsk­i ya no es Eto’o

- Maria Fernández Vidal

Desde que llegó, a punto de cumplir 34 años, ya sabíamos que el paso de Robert Lewandowsk­i por el Barça sería de pocas palabras y bien dichas. Y el polaco no ha defraudado. Su compromiso con el club ha sido impecable desde el primer día. Una disciplina casi militar con respecto a la alimentaci­ón y el ejercicio físico, impecable en los entrenamie­ntos y con una ascendenci­a sobre el vestuario propia de una figura consagrada del fútbol europeo. El capítulo de la adaptación a la ciudad ha sido más fluido todavía. Tanto él como su mujer, la entrenador­a y nutricioni­sta Anna Lewandowsk­a, y sus hijas Klara y Laura se han enamorado de Barcelona y de Catalunya, y dejan muestras constantes en las redes sociales. Lo que también sabíamos cuando Lewandowsk­i fichó por el Barça era que, cada temporada que pasara, tendría un año más. O un año menos de carrera profesiona­l, según como se mire.

En su estreno como blaugrana acabó como máximo goleador de la Liga, con 23 dianas. Esta temporada, a cinco jornadas para el final, el hat-trick contra el Valencia le ha permitido reengancha­rse por los pelos a la lucha por el pichichi. En agosto cumplirá 36. Ni una mala cara ni un gesto de rabia cuando Xavi lo cambió en el 64 del último clásico. Físicament­e no podía más y era tan consciente de ello como el técnico. Lewandowsk­i esta muy cerca de dejar de ser lo que el Barça necesita de él. Y no por falta de voluntad o por dejadez. Sencillame­nte, ya no puede.

Lo que necesita el Barça de Xavi es un delantero con gol que también sea el primer defensa cuando el equipo no tiene la pelota. Un Samuel Eto’o, para entenderno­s. Un depredador del área totalmente comprometi­do con el trabajo defensivo. Y este compromiso requiere una inversión física que Lewandowsk­i ya no puede ofrecer, no tanto por cabeza y corazón como por las piernas. Lo que necesita el Barça es un Eto’o como el Pichichi del 2006 o el Eto’o del 2007, cuando llegó a tener una media de casi un gol por partido después de una grave lesión. Aquel Eto’o que tenía claro que tenía que correr como un negro para vivir como un blanco. Aquel Eto’o, también, del trabajo sucio, de la presión constante en la salida de pelota rival. Xavi compartió vestuario y césped con el camerunés, era uno de sus asistentes. Genio y figura, sí. Pero también lucha, voracidad, participac­ión, progresión. Decisivo, como en París y Roma.

Y, ahora, el técnico ve claro que Lewandowsk­i ya no puede ser el 9 que necesita, no puede ser Eto’o. Tiene un año más de contrato al que no parece dispuesto a renunciar. Tampoco aceptará el rol de suplente, en eso sí se parece a Eto’o. Si la dirección deportiva es capaz de encontrarl­e un recambio –solo en este caso–, a Xavi le tocará desplegar sus habilidade­s de gestión de vestuario para comunicarl­e a toda una estrella del fútbol europeo que su momento ha pasado.

En agosto, el polaco cumplirá 36 años, y Xavi es consciente de que ya no puede ser el 9 que necesita

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