La Vanguardia

“Celebro el camino más que la meta”

Mario de la Rosa, actor y escritor

- VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 48 años. Soy de Madrid, vivo en Alcorcón. Soy actor y escritor, me siento artista. Estoy soltero y sin hijos. ¿Política? Derechos... con responsabi­lidades. ¿Creencias? Me cuesta creer en algo más allá de la química del carbono. Practico boxeo aficionado. Vivo conectado a mi trabajo

Cómo es Suárez? ¿Mi personaje en La casa de papel? Policía decidido, que actúa, mesurado... o lo parece. De operacione­s especiales. “Muy creíble: ¡me veo!”, me dice un policía real de dicho ramo.

Buen piropo para usted.

“Haces bien de malo”, me dicen. ¿Malo? ¡Suárez solo busca detener a los malos! A los asaltantes de la Fábrica de Moneda.

El telespecta­dor se apunta a los malos. Es el éxito de La casa de papel: que los malos sean los héroes. Los asaltantes, los de rojo, son aquí los buenos.

Su papel le ha dado fama mundial. Aprendí de todos en el rodaje. Y lloré...

¿Qué día?

Llegué relajado a plató creyendo que rodaría una acción sin texto. Y el director me da un papel escrito a mano por él, un texto largo: “Apréndetel­o, que rodamos”.

Menudo atraco.

Me tragué el llanto. La escena salió bien.

¿Rodará más temporadas de la serie? Han sido cinco temporadas. Estoy en paro.

¿Ninguna propuesta?

Podría decirle “estoy en algo que aún no puedo contar”. No: no tengo propuestas.

Y no le veo angustiado.

Tengo novelas que escribir... y escribo.

Publica ahora una novela: Que arda esta casa con nosotros dentro.

Un thriller con violencia y sexo: intento extraer todas las posibilida­des del lenguaje, que sea sensorial y crear atmósferas.

El buen poema contiene los cinco sentidos corporales, decía Lorca...

¡Ah! He dicho muchos textos de Lorca...

¿Fue primero actor o escritor?

Fui niño con tics nerviosos, hiperactiv­o y con déficit de atención... sin diagnostic­ar. Y pasé por una parálisis hemipléjic­a. Solo llegué a completar los estudios de EGB.

¿Y dejó de estudiar?

Empecé FP, abandoné y ayudé a mi padre en su pescadería en el mercado de Aluche.

¿Qué aprendió ahí?

¡Qué artista era vendiendo! Voceaba: “Atún de Levante para la gente elegante!” o “¡La mejor sardina, en esta esquina!”.

Vender pescado con arte, muy bien. Aprendí su soltura para tratar a todo el mundo, a la vez que aprendí descaro.

¿Descaro?

Mi padre tenía un proverbial desparpajo: así lograba colarse incluso en el palco del Atlético de Madrid... ¡y yo con él!

¿Hinchas colchonero­s?

De niño en Madrid ser atlético era retar al

bullying: ¡eso me forjó el carácter!

Descríbame ese carácter.

Celebro el camino más que la meta. El premio es el trayecto. “Vas a triunfar”, me dicen de mi novela... “¡Ya he triunfado! – respondo–: ¡la he escrito y publicado!”.

Importa la acción debida más que su eventual fruto, enseña la Bhagavad Gita. Importa más conectarme con mis inquietude­s que el estatus social o profesiona­l.

¿Y sus inquietude­s son...?

Contar una buena historia.

¿Cuándo empezó a contarlas?

A los 14 años escribía letras raperas, para sentirme parte de un grupo... Me inspiraba en Jim Morrison.

¿En qué ha trabajado?

Reponedor de supermerca­do. Monitor de musculació­n y profesor de boxeo, en un gimnasio. Portero de discoteca. Mantenedor en un club de golf, en Londres...

Ahí conocería a gente interesant­e... Ricos muy ricos. En el gimnasio coincidía con Kenneth Branagh y Sarah Ferguson.

¿Cómo era aquel Mario?

Estaba buscándome, timorato, aún desconecta­do de mi esencia. Nada me apasionaba. Volví a España y trabajé de comercial de material para construcci­ón.

¿Conectó ahí con su esencia?

Eso se lo debo a una amiga: captó mi sensibilid­ad y me animó a entrar en un grupo de teatro...

¿Y qué tal?

Con poemas, letras de canciones o guiones de teatro o cine, daba vida a historias. Tenía ya 35 años cuando me pagaron por primera vez como actor, en Águila Roja.

Hace trece años... ¿y hasta hoy?

Sí, ya me alineé conmigo mismo. Y entonces llegó La casa de papel.

¿El físico condiciona los papeles?

Mi tamaño, aspecto y voz me reportan papeles de autoridad... o de villano.

¿Qué personaje querría encarnar? Alguno con sensibilid­ad y humanidad, uno que evolucione.

Llegará, seguro.

Ahora, mientras tanto, gozo escribiend­o. Oí a una amiga esta frase: “Hui de ti como el que huye de una casa ardiendo. Eras la casa y eras el fuego”. Y sobre eso construí una historia... con detalles que recordaba de mi paso por el club de golf en Londres.

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AN J MÉNEZ

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