La Vanguardia

Al enemigo (Enrique), ni agua

- ANÁLISIS Rafael Ramos

Para recibir el perdón de su padre, y no digamos de la derecha y la prensa conservado­ra británicas, Enrique necesitarí­a un árbitro favorable, la intervenci­ón del VAR figurativo de la monarquía y una remontada como las del Real Madrid. Pero Windsor no es el Bernabéu, y esas cosas no pasan. Así que el duque de Sussex ha venido a Londres para la conmemorac­ión con un servicio religioso del décimo aniversari­o de sus Juegos Invictus (en los que participan soldados enfermos, heridos o con discapacid­ades de 23 países), y Carlos III no se ha dignado ni siquiera a recibirlo. Ni un beso, ni un abrazo ni un apretón de manos. Al enemigo (y su segundo hijo y su nuera Meghan se han convertido en el enemigo, el equipo Sussex contra el equipo Windsor), ni agua. Y eso que estuvieron a menos de cinco kilómetros de distancia. Enrique, en la catedral de San Pablo, haciéndose selfies con sus fans (que también los tiene), y el rey, en una fiesta con ocho mil invitados en los jardines del palacio de Buckingham (su primera aparición pública en tres meses), con un sombrero de copa, buen aspecto y respondien­do a las preguntas sobre su salud (“no tan mal, gracias”, “muy bien, gracias”). Guillermo, por su parte, no acudió ni a un evento ni al otro, pero no para parecer neutral (que no lo es, es pieza clave del equipo Windsor), sino para estar con Catalina. El servicio de prensa de Enrique se ha sentido obligado a explicar por qué no ha habido un encuentro, como sería lo normal en cualquier familia si el hijo pródigo visita la ciudad de los padres, y lo ha atribuido a la “repleta agenda” del monarca. Pero el palacio no se ha dignado a decir ni una palabra. Silencio absoluto. Mutis por el foro. Las acusacione­s públicas de racismo en libros y entrevista­s han roto por completo la confianza, y la relación paternofil­ial está reducida a un mero formalismo. El duque de Sussex querría reconducir­la, que su exilio california­no fuera aceptado con normalidad y las críticas a la familia y a la corona con deportivid­ad y fair play, pero Carlos III y su corte se sienten traicionad­os y con pocas o ningunas ganas de perdonar. La última vez que Enrique vio a su padre fue media hora corta después del diagnóstic­o de cáncer, y ni siquiera fue invitado a pasar unos días en Balmoral con su progenitor y su madrastra. Lo primero que hizo después del encuentro fue conceder una entrevista a una cadena de televisión estadounid­ense, y no gustó. Las líneas de comunicaci­ón están rotas. En este momento, el príncipe de Montecito es para el equipo Windsor como el PSG o el Real Madrid para los culés. ●

El ‘equipo Windsor’ y el ‘equipo Sussex’ están a matar, pero el primero es muchísimo más fuerte

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain