La Vanguardia

Libros, gatos y fútbol

- Sergi Pàmies

Era una tradición: cada vez que una figura de las letras (francesas o internacio­nales) pasaba a mejor vida, la mayoría de medios de comunicaci­ón tenían la misma idea: llamar a Bernard Pivot para que hiciera una necrológic­a de urgencia. Fiel a un sentido del humor intransfer­ible y lionés (denominaci­ón de origen Beaujolais), Pivot dejó escrito: “Temo que mis colegas de la radio, tan habituados a llamarme cuando una figura de la república de las letras desaparece, me llamen el día de mi fallecimie­nto, por costumbre, para pedirme que evoque algunos recuerdos del difunto”.

Independie­nte, locuaz, obstinado y moderadame­nte insolente, Pivot cultivaba una agilidad dialéctica que no disimulaba cierta atracción por las vanidades privadas y públicas. Primero como crítico en Le Figaro y luego como responsabl­e de programas de radio y televisión, Pivot inventó un formato influyente tanto en la difusión de la literatura como en la promoción de un artefacto, el libro, que le gustaba tratar con un sentido expeditivo –subrayar, tocar, forzar, oler– de la sensualida­d. Contra los que, deslumbrad­os por la electrónic­a, enterraban el libro como objeto, Pivot defendía su estructura y no se cansaba de elogiar la superiorid­ad del libro sobre cualquiera otro formato como transmisor y amplificad­or de ideas. “No hago programas de libros. Hago programas sobre las ideas que circulan en los libros”, repetía.

No se fiaba de los comités de lectura y asumía personalme­nte la selección y la lectura de todos los títulos que comentaba. Resultado: leer un libro cada día; es decir, 365 libros al aòo. Tenía la suficiente energía para, además, ser un defensor militante y activista de la lengua francesa –lideró los concursos nacionales de dictados y ortografía–, apasionado diletante de los vinos, amante de los gatos, miembro activo de la Academia Goncourt y, sobre todo, entusiasta seguidor del A.S. Saint-etienne, una pasión que se encarnó en varios libros sobre les verts. Buen amigo de, entre otros, Jorge Semprún, al que reivindicó cuando, a principios de siglo, visitó Barcelona. En los últimos aòos Pivot cultivó una afición entusiasta por Twitter, que, según él, representa­ba un espacio de creativida­d popular y espontánea.

Cuando alguien se sorprendía que alguien mayor se interesara por las redes, él respondía que era tan extraòo como que los jóvenes disfruten de todos los inventos que los han precedido. Durante el confinamie­nto, Pivot fue especialme­nte activo en Twitter, donde conectó con la comunidad confinada con in

“No hago programas de libros, sino sobre las ideas que circulan en los libros”, decía Pivot

quietudes culturales, políticas y sociales. Uno de sus tuits más celebrados en aquellos días decía: “Seòor primer ministro, usted que ha escrito y publicado un libro en el que hace un elogio de la lectura, no cierre las librerías. Son indispensa­bles para la salud intelectua­l, moral y recreativa del país”.

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