Que el cielo la juzgue
Nina ★★★★✩
Dirección: Andrea Jaurrieta Intérpretes: Patricia López Arnaiz Producción: España, 2024 (105 minutos) Drama.
Con tan solo dos largos en su haber, Jaurrieta se ha construido un universo propio, alejado del realismo y marcado por la adoración al propio cine. De hecho, Ana de día, estrenada hace ya seis aòos –pandemia mediante– y Nina, las dos protagonizadas por dos actrices superlativas en su mejor momento –allá Ingrid García Jonsson, aquí Patricia López Arnaiz–, podrían estar comunicadas entre sí a través de una de esas brillantes cortinas de cabaret: reaparecen al fondo del bar de la segunda, como si escondieran el universo cabaretero de la primera. A la navarra le atrae lo decadente, el melodrama, la serie B.
Western urbano o thriller de pueblo, arranca con López Arnaiz regresando a la población costera que la vio crecer, bajo la lluvia y con un escopetón, nada menos, en el bolso. Se alojará, claro, en el hotel más solitario del mundo.
En el punto de mira, como se irá descubriendo, está un escritor ya sexagenario (Darío Grandinetti) con el que mantuvo, digamos, una relación cuando era una cría de quince aòos (la joven Aina Picarolo), un pasado que se manifestará en forma de traumáticos flashbacks. Como en la reciente, y decepcionante, adaptación de El consentimiento –la novela autobiográfica de Vanessa
Springora–, la diferencia de edad de los amantes no deja lugar a dudas, al menos con la mirada de hoy: Es abuso, por mucho que, en este caso, se intente humanizar al monstruo. Pero más allá del tema candente, Nina, que también tiene raíces literarias – La gaviota, de Chéjov, y la secuela del dramaturgo Juan Ramón Fernández– es una película que seduce por su estilo arrebatado y por esa pasión cinéfila que tiene el arrojo de no esconderse, incluso se exhibe sin pudor alguno, como con esas persecuciones a lo Vértigo (o Muerte en Venecia).
Se le puede reprochar algún símbolo pasado de vueltas y otras imperfecciones, pero es un logrado intento de cine a lo grande, con un sabor a glamour aòejo, y sin dejar de ser rabiosamente contemporánea. ●