La Vanguardia

Nadal se trabaja el triunfo en su estreno en Roma

- Jua Bau ı a Mar í ez B cel

“Rafa, Rafa, Rafa”, vociferaba el Foro Itálico. Y Rafa (Nadal) correspond­ía trabajándo­se cada punto como si fuera un chaval que recién comienza. Porque el balear no está para ser un ciclón por culpa de los años y las lesiones, pero la ilusión todavía le mueve. Con esa actitud y con una buena dosis de experienci­a, Nadal se levantó para remontar ante el sorprenden­te belga Zizou Bergs, al que venció por 4-6, 6-3 y 6-4 en 2 horas y 53 minutos en su estreno en Roma. En segunda ronda le espera mañana el polaco Hubert Hurkacz, el número 9 del mundo.

Nadal había dicho en la víspera que se encontraba mejor de lo que esperaba. Tras jugar dos partidos en el Godó y cuatro en Madrid había cogido confianza y su tenis y, sobre todo, sus piernas habían ido reuniendo fondo. No es un Nadal lógicament­e superlativ­o, pero sí disfrutón y con ganas de ir evoluciona­ndo con vistas a Roland Garros. Delante tenía al belga Bergs, un desconocid­o para el gran público. De 24 años y el 108 del mundo, es un tenista como tantos. Sin un pasado lustroso y procedente de la fase previa. El inicio se ajustó a todos estos parámetros. Nadal solo necesitó no fallar para tomar el timón del encuentro. 3-1 y saque para el balear. Palmas en el Foro Itálico y aroma de función de aliño para un Nadal que ha ganado diez veces en Roma.

Pero, de pronto, el manacorens­e se puso a fallar sin cesar, perdió su saque y dio alas al belga, que se creció. Del 3-1 se pasó al 4-6 para Bergs, pues Nadal cedió su servicio en una segunda ocasión y con una inoportuna doble falta.

16 errores no forzados en 47 minutos son demasiados, incluso para esta versión más otoñal y terrenal de Nadal. El español se había metido en un lío y se había obligado a una remontada que ponía a prueba de nuevo su físico.

Claro que tuvo un pequeño respiro cuando un espectador se mareó en la grada. El partido se detuvo más de diez minutos y Nadal aprovechó para airearse y para desfogarse con su técnico, Carlos Moyà, que le iba diciendo que soltara el brazo. El balear le escuchaba mientras mascullaba, entre dientes, visiblemen­te enfadado.

Pero esos instantes le vinieron muy bien, comenzó a mover a su rival, a cambiarle las alturas y a minimizar errores para algarabía de los espectador­es, que le jaleaban. Ya era un Nadal más reconocibl­e y efectivo mientras Bergs tenía dificultad­es para interpreta­r el juego. Aun así, el balear tuvo que pelear para sacar el segundo set adelante por 6-3 tras levantar un par de bolas de break. En la manga definitiva fue más sólido y tiró de tablas para salvar nuevos puntos de rotura. Peleó y se lo ganó. ●

El balear se despistó cuando tenía ventaja en el primer set, y eso le obligó a remontar y exprimir su físico

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Gug i mo Mangiapan / R ut rs Rafa Nadal grita para celebrar un punto en Roma

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