Pelayo Sánchez esculpe una joya en el ‘sterrato’
No abrió los brazos, no los alzó al cielo. No se señaló el maillot ni tuvo una dedicatoria pensada. Solo pudo llevarse una mano a la cabeza y agarrarse el casco. Espontaneidad pura. Incredulidad total. Boca abierta de sorpresa y felicidad. Acababa de ganar. Sí, él. Vaya triunfo. Un éxito de muchos quilates para el Guaje, que esculpió una joya en Rapolano Terme.
Hay veces que las victorias hay que valorarlas por el escenario. En ocasiones brillan más por el recorrido, por la dureza del perfil. Otras las ensalzan los rivales a los que uno se impone. La de Pelayo Sánchez, en el Giro, en el día del sterrato, con Alaphilippe (Soudal), todo un campeón del mundo, detrás, agachando la cabeza, es grande por las tres condiciones. Tuvo de todo y más.
En su primer Giro, en su primera grande con el Movistar, en la primera semana de la carrera, Pelayo Sánchez demostró ser todo un cazaetapas. El asturiano, de 24 años, se impuso en la jornada de las carreteras blancas de tierra, en una especie de clásica, disputada. Los paisajes de la Toscana inspiraron a Sánchez, que no se conformó con estar delante, con verse entre los primeros, sino que se atrevió a tutear a una estrella mundial como Julian Alaphilippe. El exciclista del Burgos-bh se permitió el lujo de derrotarle en el sprint para subir al podio.
“Es increíble. No tengo palabras. Es una locura”, decía en la meta Sánchez, aún pellizcándose. Lo habían abrazado sus compañeros Einer Rubio y también Albert Torres. Se acercó Juanpe López (Lidl) para felicitarle en persona. Hasta el mismísimo Alaphilippe, elegante, caballeroso, que anduvo todo el día en fuga y al ataque, le reconoció la superioridad en la llegada a las termas de Rapolano.
Hacía cinco años que un español no ganaba una etapa en el Giro, desde que lo hiciese Pello Bilbao en el monte Avena el 1 de junio del 2019. Esa anomalía se acabó gracias a uno de los cinco ciclistas españoles que hay en la corsa rosa. Pocos, pero que hacen mucho ruido porque como Pelayo tienen muy claro lo que quieren y lo que buscan.
“He intentado guardar energías desde el principio del Giro para el día que me metiese en la fuga. Lo que no me podía imaginar es que ganaría a la primera”, explicó sobre su táctica de la hormiguita, siempre ahorrando fuerzas para el momento adecuado.
“Ganar en la grande es un sueño. El año pasado en la Vuelta me quedé cerca”, recordaba Sánchez, en referencia a la jornada por la sierra de Guadarrama, con diez puertos, cuando se escapó con Evenepoel y Rui Costa, otros dos campeones del mundo. Entonces los batió a todos el veterano Poels.
Pero Pelayo demostró que estaba preparado para el salto. Unos meses después, en enero, lo confirmó adjudicándose el trofeo Pollença-port d’andratx por delante de Vlasov, Van Wilder o Mcnulty. Y ayer ahí estaba, en los últimos 20 kilómetros, Pelayo Sánchez junto a un doble campeón del mundo como Alaphilippe y un Luke Plapp que estuvo en la París-niza peleando con los mejores, un australiano ex del Ineos. Parecía que el que estaba de más, el que sobraba era el español, acabado de llegar al World Tour. Craso error.
El asturiano no era ningún convidado de piedra. Y jugó con sus compañeros de fuga como si fuese un veterano, al más puro estilo Freire. Les puso nerviosos. Incluso intentó dejarlos en el repecho de Serre di Rapolano. Justo cruzando la pancarta del último kilómetro quiso ponerse el último del grupo de tres, para verlo de cara. Dominando la escena. Así vio arrancar a Alaphilippe, se le pegó y le superó por fuera, por la parte larga, señal de tener mucho gas.
Pelayo Sánchez es un tesoro. con mucha clase. Carlos Rodríguez y Juan Ayuso, los dos cracks del futuro, no están solos. ●
Hacía cinco años del último triunfo español en el Giro, cuando Pello Bilbao ganó en el monte Avena en el 2019