La Vanguardia

Cómo resucitar las bellezas durmientes

El Met de Nueva York expone vestidos de otra época como metáfora de la superviven­cia de lo fugaz

- Francesc Pe rón N ev Y k

La moda, como concepto, es una expresión efímera. Muere casi al nacer. Lo que se luce hoy queda obsoleto mañana.

A veces, sin embargo, los cuentos de hadas se hacen realidad y vuelve a la vida aquello que se daba por perdido. Ahí está la bella durmiente, inerte durante centurias a la espera, sin saberlo, de un príncipe que la saque del olvido con un beso.

El Metropolit­an Museum de Nueva York se ha metido en ese papel de “despertado­r” de bellezas durmientes, rescatadas de esas morgues destinadas al reposo oculto de obras de arte.

En este caso, en la exposición del Costume Institute –la que sirve de excusa para la famosa gala de las vanidades celebrada el pasado lunes, mientras alrededor detenían a manifestan­tes pro-palestina–, el relato popular alude a la recuperaci­ón de un total de 16 viejos vestidos, algunos con cinco siglos de historia, que se presentan como la bella del cuento metidos en cofres de cristal. Son piezas tan frágiles que ni siquiera se pueden vestir con ellas a los maniquíes.

Bellezas durmientes: el despertar de la moda es el título de esta muestra que supone el despertar de prendas desapareci­das, ni siquiera recordadas en los anaqueles de la memoria.

Durante el recorrido se exhiben, como metáfora de la fugacidad de la moda, un total de 250 vestidos y complement­os que fenecieron en su labor original, sacados de la colección propia del Met, compuesta en buena medida por donaciones.

“Es una relación en términos de naturaleza, de ideas sobre vida y muerte, porque la exposición trata de despertar prendas de nuestra colección a través de los sentidos”, explica David Bolton, curador y mano derecha de Anna Wintour, la gran jefa de todo este montaje.

“Esto va de renacer, de renovarse, esto es sobre la simplicida­d y la transitori­edad fugaz, como la naturaleza”, precisa Bolton durante la presentaci­ón a la prensa, en que subraya la capacidad de los museos para preservar lo que en cualquier otra situación ya no existiría.

“Se puede preservar eternament­e un vestido, lo que es algo extraordin­ario”, matiza.

Este es un paseo por la superviven­cia. Es un recorrido angosto, de pasillos y claros, de paredes con piezas en tela y techos en los que sobrevuela­n mariposas, insectos o pájaros –se crea una escena que recuerda a la película de Hitchcock–, en que se escucha el roce de esos vestidos como si aún estuvieran en una reunión social (creado en cámaras libres de eco) o se huele el perfume de rosas que un día impregnó a las damas que portaron esos diseños.

En todo esto juega un papel relevante algo más que la vista, que es lo que habitualme­nte se ejercita en este tipo de recintos.

Nada más acceder hay una de esas bellezas durmientes, muchas flores y miriñaques.

“Toque, toque”, dice una de las vigilantes, al poco de adentrarse en ese territorio. Dior estuvo muy influencia­do por el impresioni­smo y eso resulta evidente en su delicado bordado floral del famoso vestido de “señora Dior”. Pues, por si alguien siente la necesidad de palpar, hay una pequeña réplica blanca en yeso impreso en 3D. “Toque, toque...”, insiste la mujer, ante la sorpresa de que se anime a hacer algo siempre prohibido.

Así que esto es una experienci­a multisenso­rial en la que juegan el tacto, el oído y el olfato, en un intento de revivir esas prendas, como si todavía estuvieran en su mundo original. “Queríamos hacer algo íntimo y partici

Gracias a la IA y la tecnología digital, se puede tocar, escuchar el roce de esos vestidos o su olor

pativo”, sostiene Bolton.

Mediante el “fantasma Pepper” (técnica de ilusionism­o en trucos de magia o en el teatro) se puede experiment­ar lo mismo que aquellas mujeres de principios del siglo XX al vestir una falda trabada. Incluso hay un maniquí elegante al que se le puede enviar un mensaje de texto y da una respuesta mediante CHATGPT, la herramient­a de inteligenc­ia artificial (IA).

“La exposición utiliza una amplia gama de tecnología­s, algunas muy nuevas y experiment­ales, de una manera que no se había visto nunca”, señala Max Hollein, director del Met.

La IA o la imagen digital permite mostrar objetos de una forma original. “Se realzan aspectos que no es usual experiment­ar”, añade Hollein. Una rosa roja se desangra. ●

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TIMOTHY A. CLARY / AFP Pi z . Bajo el título ‘Bellezas durmientes: el despertar de la moda’, la exposición recupera y exhibe prendas desapareci­das, ni siquiera recordadas en los anaqueles de la memoria. La muestra, una metáfora de la fugacidad de la moda, engloba un total de 250 vestidos y complement­os, sacados de la colección propia del Met, compuesta en buena medida por donaciones
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TIMOTHY A. CLARY / AFP

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