Criminales de todo tipo
El caso Asunta (Netflix) avisa a los espectadores que, aunque está basada en una historia real, se han cambiado ingredientes para añadir ritmo a la narración. El punto débil de la serie, sin embargo, es precisamente el ritmo, alargado en exceso, una decisión que quizá tenga que ver más con las exigencias industriales del formato que con necesidades de la ficción. El resto funciona con notable eficacia. Los actores y los personajes secundarios (especialmente Javier Gutiérrez y María León) actúan como los pilares de un castillo que, a medida que se eleva, hace emerger el magnetismo inestable de la protagonista, Rosario Porto. Una protagonista que encuentra en Candela Peña una forma artística de posteridad. El caso, lo bastante reciente para interpelar al espectador, mantiene todos los elementos de verosimilitud truculenta. Y conecta con el tipo de crímenes en los que las apariencias no coinciden con los indicios y en los que, como espectadores, nos resistimos a asimilar lo que parece horrorosamente irrefutable.
PARAÍSO MAFIOSO. Marbella (Movistar+) apuesta por una gran producción que depende del discutible carisma de Hugo Silva. Como si fuera Frank Underwood en House of cards, Silva abusa de la voz en off y de romper –a duras penas la agrieta– la cuarta pared. El argumento tiene una minuciosa voluntad de retrato de época. Por un lado, denuncia la impotencia de los magistrados y la policía, asfixiados por una falta de medios que corrompe las reglas del juego. Por otro, retrata la ostentación impune de todo tipo de mafiosos que reproducen, perpetuados hasta el paroxismo, los códigos de conducta de los narcotraficantes.
INTRIGA DE MONTAÑA. Tor (TV3) sigue explotando el filón de una investigación personalizada en la figura del periodista Carles Porta. Un reportaje, una obsesión, un libro (best y long seller), un exitoso programa de radio y ahora la serie de televisión que cierra (?) el círculo de una historia difícil de explicar y de entender. El conocimiento absoluto de todos los matices del caso carga el protagonismo de Porta, que, inevitablemente, asume el relato en primera persona. La ambientación y la recreación son brillantes, tan eficaces como el montaje y el uso del material de archivo. La parte más discutible tiene que ver, como en El caso Asunta, con la extensión de los capítulos, que a veces abusan de una reiteración innecesaria.
El caso, lo bastante reciente para interpelar al espectador, mantiene todos los elementos de verosimilitud truculenta