La Vanguardia

Los “tories” británicos se resignan a ir a las elecciones de la mano de Sunak

Llegan a la conclusión de que cambiar otra vez de líder sería hacer el ridículo

- Rafael Ramos Londres. Correspons­al

Mañana la inflación habrá desapareci­do, los precios y el coste de las hipotecas bajarán, y la actual crisis del coste de la vida será historia, como la pandemia; mañana no habrá que hacer colas de meses (o años) para operarse en la sanidad pública, los estándares educativos mejorarán, y también el transporte público y las infraestru­cturas; mañana llegarán al país los inmigrante­s justos, ni uno más ni uno menos, el número perfecto para contribuir al crecimient­o pero sin colapsar los servicios; mañana los contribuye­ntes pagarán menos impuestos; mañana habrá vivienda asequible para todo el mundo, y la productivi­dad se disparará; mañana el Brexit dará sus frutos y la economía del Reino Unido dejará de ser la de menor crecimient­o de los países del G7...

Sobre el mañana se han dicho muchas cosas, pero la idea general es que mañana será otro día, y hay que vivir el presente. Carpe diem. Como el ladrón de la fábula de Herodoto, que a punto de ser ejecutado le propone al rey que le perdone si en un año consigue que su caballo cante, como el Míster Ed de la vieja serie de televisión. Tomorrow, tomorrow, entona optimista la huérfana Annie mientras friega suelos en el musical de Broadway.

Los conservado­res británicos, después del tortazo sufrido en las elecciones municipale­s de la semana pasada, están más o menos en esa tesitura, la de confiar, contra todo lo que auguran los pronóstico­s meteorológ­icos, en que mañana (segurament­e noviembre, cuando el país vaya a las urnas) saldrá el sol. Que los votantes verán el arco iris. Y si no consiguen permanecer en el poder -algo que parece realmente improbable-, por lo menos tendrán una derrota digna y evitarán una mayoría aplastante del Labour.

En realidad no les queda otra. Tras muchas intrigas, y a pesar de que las locales no han sido un trompicón sino un batacazo morrocotud­o, en la línea de las premonicio­nes más pesimistas, los tories se han resignado a ir de la mano de Rishi Sunak a las elecciones generales, y que de anticiparl­as, como pide la oposición, nada de nada. Apurarán el calendario para que los astros se conjuren a su favor y pase algo que les salve de la hoguera. Que el caballo del rey aprenda a cantar como un ganador de Eurovisión. El primer ministro tiene pocos admiradore­s, pero cambiar otra vez de líder (el sexto en ocho años) sería una broma pesada y convertirí­a al partido político de más éxito de Occidente, con 350 años de historia, en el hazmerreír global.

Así que no más conspiraci­ones, ni motines ni rebeliones (por ahora), y a apechugar con lo que hay, que es Sunak. De todas sus promesas originales, sólo ha cumplido una, la de que se reduciría la deuda pública. Por lo demás, la economía sigue anémica, los inmigrante­s ilegales continúan cruzando el Canal de la Mancha, y la presión inflacioni­sta no baja lo bastante como para que el Banco de Inglaterra (que es independie­nte) reduzca los tipos de interés.

En vista de ello, el líder tory ha cambiado el cello y el violín por la percusión, y ahora promete que elevará a un 2.5% del PIB el presupuest­o de Defensa para hacer frente a la amenaza rusa, que se las ingeniará para que vuelvan a trabajar y a producir los tres millones de británicos que desde la pande

En medios ‘tories’ se considera que sería excesivo cambiar seis veces de candidato en ocho años

El primer ministro británico confía en que de aquí al otoño “pase algo” que cambie la tónica electoral

mia viven de los subsidios por incapacida­d, y que acabará con la “tontería” del mea culpa del colonialis­mo, con los lavabos comunes para hombres y mujeres, y los pronombres diferentes para las personas no binarias.

Pero la impresión es que los ciudadanos tienen su decisión tomada y han dejado de escuchar a Sunak y los tories. Cuando se les pide que resuman en un adjetivo el estado del país, los que salen de su boca son “desastroso”, “caótico”, “dividido”, “roto”, “pobre”, “caro”... Los sondeos son como una tortura con el gota a gota, pero el último puñetazo ha sido la deserción al Labour de la diputada Natalie Elphicke, que no era precisamen­te del ala moderada del Partido, sino casi de extrema derecha... En una conversión bíblica, de repente se declara socialdemó­crata.

Adiós a un posible regreso de Boris Johnson, adiós a la coronación de Penny Mordaunt como líder, adiós a todas las salidas de emergencia, a los salvavidas y los paracaídas. Pase lo que pase, será con Sunak al volante. Cuando sus amigos dijeron al ladrón de la fábula que estaba loco, él respondió: “En un año puede pasar cualquier cosa, que el rey ya no esté, que yo ya no esté, que el caballo no esté... o incluso que sepa cantar” Más difícil es que los votantes se olviden del legado de los conservado­res. ●

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JACOB KING / AFP Rishi Sunak en las instalacio­nes de Siemens Healthinee­rs en Oxford

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