El hèroe que intimida

En la guerra de Troya, el Real Madrid sería Aquiles: el triunfador inevitable. El héroe que asusta. Los capítulos XX y XXI de La Ilíada son un reflejo de las eliminatorias de la Champions. El poder intimidatorio de Aquiles está narrado con profusión de anécdotas. Aquiles aplasta a Ifitión. Penetra la sien de Demoleonte. Hiere a Hipodamante, el miedoso que huía. Mata a Polidoro, el hijo menor del rey de Troya, que desobedeciendo al padre comete la temeridad de luchar contra Aquiles. Seguidamente, Héctor, campeón de Troya, desafía a Aquiles, pero Apolo, que protege a los troyanos, le envuelve en una espesa nube para salvarlo. Por poco tiempo. Héctor, equivalente al Manchester City, morirá más tarde. Antes, caerán otros muchos. Aquiles, como el Madrid, es comparado a un delfín del que todos los peces huyen, temerosos de ser devorados.

Una muerte triste es la de Licaón, doblemente desgraciado. Derrotado por Aquiles en otra eliminatoria y vendido como esclavo, fue rescatado por su padre y coincide de nuevo con Aquiles. Asustado, tira la armadura para huir más deprisa, pero Aquiles lo alcanza. Licaón se arrodilla, implorando piedad. Se asemeja a ese Barça que solo llora y protesta, incapaz de una gestión profesional. Despiadado, Aquiles le hunde su daga en el agujero de la clavícula.

En cambio, Eneas, equivalente al Bayern Munich, planta cara, valiente, al campeón. Tira la lanza con una fuerza tan formidable que incluso Aquiles teme que haya atravesado su escudo. Pero el escudo es inquebrantable. La madre de Aquiles, Tetis, la diosa del pelo trenzado, ha pedido a Hefesto, el herrero, unas armas insuperables. Como el Madrid, Aquiles no solo es invencible por su fuerza, sino también por su escudo, que algún dios antiguo debió de forjar para disfrute de sus seguidores y para tristeza lacrimógena de quienes solo saben batallar con las armas de la nostalgia. ●

Como Licaón, el Barça, doblemente desgraciado, implora