La Vanguardia

La fiscal acosada por talibanes, por fin libre

La mujer y su hijo llegaron el viernes a Barcelona: han pedido asilo en España y han sido acogidos por la Cruz Roja

- Carina Farreras Barcelon

Alas 21.30 de la tarde del viernes, la exfiscal afgana y su hijo aterrizaro­n en Barcelona, procedente­s de Pakistán, un mes después de que la Audiencia Nacional ordenara al embajador español en Islamabad que le entregara un visado a esta refugiada en riesgo alto de peligro. Cansados, tras 12 horas de avión, la mujer, de 30 años, y su hijo de 7, han pisado ya la tierra que les promete vivir sin sentir la amenaza de la deportació­n. “Gracias, gracias”, fue lo primero que dijo al encontrars­e con los estudiante­s y su profesor que perseverar­on por una resolución positiva.

“No he podido tener nunca una vida tranquila”, expresaba hace unos días ante la perspectiv­a del viaje, esta joven, formada en leyes, que acusó a terrorista­s talibanes como fiscal, viuda de un abogado asesinado en un atentado. “Solo necesito un lugar donde pueda vivir en paz”.

Miembros de la Cruz Roja estaban ya esperándol­a en la terminal tras activarse en el mismo aeropuerto la solicitud del programa de asilo por el que España le da un lugar para residir temporalme­nte hasta que se le adjudique una vivienda y una aportación económica mientras no trabaje.

Apenas habla inglés, se quita y se pone el velo, mira todo con ojos curiosos. Las preocupaci­ones no han terminado (que el Gobierno conceda su petición de asilo, aprender la lengua de la tierra de acogida, adaptarse a la cotidianid­ad de una cultura distinta a la suya, buscar un trabajo, un colegio...), pero en 12 horas, las que median entre un país y otro a velocidad de avión, le han acercado a esa “vida tranquila” que anhela. Y, aún con alguna muestra de suspicacia, empieza a expresar que se siente más segura.

Para el niño, todo es expectació­n e ilusión. Quiere ver el mar de cerca que, al vivir rodeado de montañas, nunca ha contemplad­o. Conocer a otros niños, aprender. Sobre todo, alejarse del clima de intranquil­idad que se vivía en la vivienda en la que ha estado oculto con otros refugiados los últimos tres años, el mismo piso en el que en una inspección repentina se llevaron a su tía, de 21 años, y la deportaron a Afganistán, desposeyén­dola de cualquier esperanza de estudiar y de tener una vida en libertad, acbocándol­a a un matrimonio que no desea. “El niño, nos ha contado su madre, está muy emocionado”, explica Maurici Pérez, profesor y director de la Clínica Jurídica de la UPF, determinan­te en el proceso legal para que esta llegada se produjera.

La fiscal deja atrás 30 días intensos, desde que recibió la llamada del embajador español que se produjo tras la comunicaci­ón de la Audiencia Nacional, para iniciar el trámite de su visado, hasta su salida del aeropuerto de Islamabad en la mañana del viernes. En este tiempo, acudió en dos ocasiones a la embajada, la primera para tomar sus datos y sus huellas dactilares. En la segunda, para recoger el precioso visado.

La documentac­ión no había acabado. Pakistán penaliza a los refugiados que han vivido en el país de forma ilegal con una multa que va de 500 a 800 euros. Para embarcar necesitaba además del visado y este permiso de salida, el pasaporte en vigor. Por suerte, tuvo la precaución de pedir una extensión de vigencia temporal de su documento identifica­tivo en 2021, cuando las embajadas afganas no estaban aún bajo el control del régimen talibán aunque éste ya había tomado el poder.

“Salió por última vez de la que había sido su casa en los últimos años el viernes por la mañana, con muchos nervios”, relata el profesor. “Temía que la pararan en el último momento, pese a tener todo en orden: billete, pasaporte, visado, permiso”. Le daba miedo perderse en el aeropuerto, no saber llegar al avión, ver elevar el artefacto sobre el suelo. “Nunca había volado antes”, aclara Pérez. “Le explicamos que al llegar a la terminal tenía que facturar, le asignarían un asiento, que pasaría por el control de seguridad, que no podía llevar ni líquidos ni nada cortante, solo un equipaje de mano pequeño”. En esta carrera de obstáculos la siguiente prueba fue Doha (Catar) y el cambio de avión.

En Barcelona, le esperaba el profesor y varios de los estudiante­s. Ya tiene un documento de identifica­ción, un pase de metro, un móvil nuevo. El niño aceptó encantado el regalo de unos mu

“Temía que la pararan en el último momento, pese a tener todo en orden: billete, visado, pasaporte, permiso”

ñecos articulado­s. Según Pérez, miraba el ajetreo con sus grandes ojos negros y una amplia sonrisa. La UPF, que ha costeado el viaje, ya ha organizado clases de español para que ella pueda desenvolve­rse mínimament­e y trabajar.

Tras décadas de conflicto, millones de personas han huido de Afganistán por un conflicto que se ha cebado en mujeres y niñas. Solo en los países vecinos se han registrado como refugiados o solicitant­es de asilo unos cinco millones. Otros, como hasta el viernes esta fiscal, están ocultos. ●

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LV La fiscal y su hijo, en un aeropuerto en Pakistán, hacia Barcelona

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