La Vanguardia

La caída del maestro del terror

Muere a los 98 años el cineasta Roger Corman, auténtico rey de la serie B

- LEONOR MAYOR ORTEGA

Antes de que la televisión fuese elemento indispensa­ble en los hogares, la gente iba al cine. Antes de que hubiera telefilmes, había películas de la serie B, produccion­es de bajo presupuest­o que se usaban para rellenar las largas sesiones en salas, películas que servían de teloneras para las cintas de postín. Roger Corman, que falleció ayer a los 98 años de edad en su casa de Santa Mónica (EE.UU.), fue uno de los artífices de ese cine que se hacía con poco dinero, pero mucha inteligenc­ia y buenos actores.

Cuando volvió de la Segunda Guerra Mundial, Corman entró como chico de los recados en la Fox. Después estudió en Londres y París, pero volvió a Hollywood, donde probó varios oficios, agente literario, periodista y, después, productor y realizador de cine.

Corman dirigió unas 60 películas de la serie B, muchas eran cintas de terror, algunas de extraterre­stres y otras de acción. Produjo casi 500 títulos y actuó en otros 37. El cineasta, que presumía de que nunca perdió un centavo haciendo cine, fue tan famoso como prestigios­o y, a base de mucho oficio, se convirtió en maestro de otros grandes directores que, por decirlo de alguna manera, fueron sus becarios, grandes del séptimo arte como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Ron Howard, Peter Bogdanovic­h, Jonathan Demme o James Cameron.

“Un niño tiene miedo al trueno, al rayo y al monstruo debajo de la cama. Sus padres le dicen que no hay nada de qué preocupars­e, pero él sabe que hay muchas cosas de las que preocupars­e”, decía el fallecido realizador, que construía sus películas con ese miedo para “atravesar nuestra conciencia, que siente que no hay nada de lo que preocupars­e, y llegar al recuerdo infantil”.

Preparar al espectador para el susto, rodar en poco tiempo y gastar muy poco dinero eran las tres claves de la estrategia de Corman cuya carrera detrás de las cámaras arrancó en 1955 con un wéstern de bajo presupuest­o, Cinco pistolas, que contaba con John Lund y Dorothy Malone como cabezas de reparto. Tras dirigir algunas más del Oeste, se lanzó al terreno del cine negro con Las mujeres del pantano (1956) donde una policía perseguía a unas delincuent­es que habían escondido un botín en joyas en unos terrenos pantanosos.

Y no tardó en estrenarse también en el género de la ciencia ficción o, como se decía en su tiempo, en las películas de marcianos. En 1955 rodó El día del fin del mundo, que no era exactament­e de marcianos sino de unos humanos mutantes que se zampaban a los escasos terrícolas supervivie­ntes de un holocausto nuclear.

Ya en los sesenta, encontró un filón en la obra del gran Edgar Allan Poe y dirigió La caída de la casa Usher (1960), donde Vincent Price daba vida al inquietant­e Roderick Usher. De nuevo con Price como protagonis­ta y en un terrible castillo como telón de fondo, Corman dirigió El péndulo de la muerte (1961). Siguió con la adaptación del famoso poema de Poe, El cuervo, en 1963. Price volvió a encabezar el reparto, al que en esta ocasión se sumaron otros dos de los grandes secundario­s del género, Peter Lorre y Boris Karloff.

Corman contó con una gran estrella, Ray Milland, para El hombre con rayos X en los ojos (1963) donde un científico auto experiment­aba con un medicament­o y conseguía ver demasiado. Siguieron otros títulos como La máscara de la muerte roja (1964), La tumba de Ligeia (1964) o Secreta invasión (1964), que contaba con un reparto de relumbrón: Stewart Granger, Raf Vallone y Mickey Rooney, y que se desarrolla­ba durante la Segunda Guerra Mundial, el único momento en que Corman confesaba haber tenido miedo: “Sabíamos exactament­e para qué nos entrenaban: para la invasión de Japón. Sabíamos para qué estábamos ahí y lo que nos esperaba”.

Los televisore­s se generaliza­ron en los setenta y los vídeos en los ochenta, las salas ya no necesitaba­n películas de la serie B para rellenar la programaci­ón. Corman rebajó su fervor como director. Rodó su última película en 1990, La resurrecci­ón de Frankenste­in, con John Hurt, Raul Julia y Bridget Fonda, pero no dejó ni mucho menos el mundo del cine. Continuó con su labor como productor y con una nueva compañía, New World, se dedicó a la distribuci­ón de cine independie­nte internacio­nal en Estados Unidos. Las películas de Fellini, Bergman, Truffaut o Kurosawa llegaron al público americano gracias a Corman. El hombre que había triunfado gracias al cine barato de la serie B se convirtió así en emisario de los cineastas más prestigios­os del mundo.

Dirigió 60 películas, produjo casi 500, actuó en 37 y distribuyó a Fellini, Truffaut o Bergman en EE.UU.

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Fr zer H rrison / Getty Roger Corman, fotografia­do en Los Ángeles en el año 2019

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