La Vanguardia

Fiesta y ritual

James ★★★✩✩ Lugar y fecha: Razzmatazz (15/V/2024)

- POP- ROCK Ramon Súrio

El grupo británico James es una auténtica institució­n del brit-pop. Una leyenda con más de cuarenta años de historia, que atesora 18 álbumes y ha vendido 25 millones de discos. Además fueron un pilar del sonido Manchester, que se codearon con The Smiths y grabaron para el mítico sello Factory, la casa de Joy Division, New Order y Happy Mondays. Protegidos de Brian Eno, su líder, cantante y actor Tim Booth también grabó un disco con Angelo Badalament­i.

Y aunque sus días de gloria fueron durante la década de los noventa, siguen en buena forma, tal como demuestra su reciente disco Yummy, que los trajo a un abarrotado Razzmatazz. Con una abultada formación de nueve miembros no lo fiaron todo a la nostalgia y estrenaron temas como el inicial Is this love, mostrando lo que tan bien saben hacer, esa mezcla entre melancolía y elocuencia, entre romanticis­mo y épica, con un sonido aún de baja intensidad. Otro estreno fue Hey, con dos baterías marcando el ritmo y una melodía que insiste en el melodrama lírico.

Son muchos sobre el escenario y además proliferan los cambios de instrument­os, con todo tipo de guitarras, acústicas, eléctricas, de doce cuerdas, ocasional chelo, violín, panderetas o una trompeta encargada de rubricar momentos especiales, como el matiz jazzy que aporta al himno Born of frustation. Sus canciones son portadoras de buenas vibracione­s, que conectan con la época del flower power california­no, algo evidente en la expansiva y soleada Waltzing along, culminada con una apoteosis coral. Pero tampoco obvian los momentos conciencia­dos; así, en la nueva Our world, hablan de democracia­s falsas y baratas y de compartir y no expoliar.

Los arreglos les llevan de recordar el sonido Madchester, en la groove Come home, e incluso el funk y la música disco en Life’s a fucking miracle, a la solemnidad del himno Getting away with it (All messed up) que transformó la sala en un karaoke, cambiando algo que podría ser folk en solemne. Por no hablar de la muy exultante Sit down, que acabó por convertir la velada en un rito de celebració­n por la longeva creativida­d del grupo. Con un final de concierto algo abrupto, en el que dejaron de interpreta­r varias canciones emblemátic­as previstas en el setlist. ●

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