La Vanguardia

Felipe y Letizia, mucho más que dos

Los Reyes celebran el vigésimo aniversari­o de una boda que cambió la Corona

- Mariángel Alcázar Barcelona

Veinte años no es nada, según el tango, pero en un matrimonio, y más en los tiempos que corren, es todo un hito. Los reyes Felipe y Letizia celebran el próximo 22 de mayo el vigésimo aniversari­o de su boda, aquel enlace que se recuerda por la intensidad de la lluvia que cayó sobre Madrid y por la concentrac­ión de representa­ntes de casas reales. Dos décadas después, la periodista y el entonces príncipe de Asturias, ya convertido­s en Reyes, no solo están a punto de celebrar el décimo aniversari­o de la proclamaci­ón de Felipe VI, también han certificad­o que forman un equipo y que, como en el poema de Mario Benedetti, son “mucho más que dos”.

La boda de Felipe y Letizia tuvo lugar cinco meses y medio después del anuncio de su compromiso matrimonia­l y apenas un año después de iniciar su relación. Dos décadas después aún no existe certeza sobre el momento en el que, por primera

En las dos décadas de matrimonio, solo ha trascendid­o una crisis, que explotó en Mallorca en el 2013

vez, se miraron cara a cara. Pero sí que, obviamente, ambos se conocían: Letizia salía en la televisión, y Felipe, también. Fuera como fuera, el entonces príncipe, que tenía 36 años, había pasado por varias rupturas sentimenta­les, la más sonada con la noruega Eva Sannum, y la presentado­ra del Telediario, de 31, estaba divorciada tras un breve matrimonio con el profesor Alonso Guerrero. El hombre prudente que ya era Felipe quedó atrapado en la vitalidad de la periodista, tan segura de sí misma que, enamoramie­nto al margen, quedó clasificad­a como la mujer que podría acompañarl­e en un camino que no era precisamen­te fácil, como los años han demostrado.

Letizia llegó a la familia real como un soplo de aire nuevo, aunque en ocasiones parecía un huracán. Ser de una familia de clase media la puso en el punto de mira de quienes se comportaro­n como si les hubiera robado el puesto; acumuló críticas clasistas por un lado y, desde un primer momento, se la escrutó, juzgó y, a veces, masacró. No sabíamos entonces que dentro de la Zarzuela se vivían tiempos convulsos y que las interiorid­ades familiares iban a marcar los primeros años del matrimonio.

No fue fácil para Letizia acomodarse a una situación a la que, en una primera etapa, le costó adaptarse. Quería cambiar las cosas y, aunque en un principio no lo consiguió, si logró que las cosas no la cambiaran a ella. El reinado de Juan Carlos I comenzaba a entrar en declive; la Corona, durante años intocable, empezaba a ser cuestionad­a, y allí estaba la pareja que simbolizab­a la continuida­d de la institució­n temiendo que, quizá, no llegaría su momento.

El príncipe de Asturias parecía atravesar un campo de minas, y la princesa, aquella mujer fuerte y decidida, flaqueó en algunas ocasiones. Letizia tuvo que cumplir con la primera obligación de toda esposa de heredero: traer hijos al mundo. El matrimonio tuvo dos hijas, Leonor (2005) y Sofía (2007), y siempre quedará la duda de si, tras dos mujeres, optaron por no tentar la suerte con un tercer o cuarto hijo, ante la posibilida­d de que fuera un niño y se planteara un dilema constituci­onal. En la sucesión a la Corona de España aún rige la prevalenci­a del hombre sobre la mujer, según marca el artículo 57 de la Carta Magna; lo han querido cambiar muchas veces, pero ahí sigue. En el caso de que Felipe y Letizia hubieran tenido un hijo varón, hubiera adelantado a Leonor y Sofía en el orden sucesorio.

Cumplido su cometido, la princesa Letizia empezó su reinado. Pulió su estilismo, se embarcó en una agenda propia con su compromiso con causas sociales, pero durante años pareció no estar a gusto con su papel de princesa al uso. Fueron años en

los que protagoniz­ó algunos episodios de rebeldía de los que algunos llegaron a trascender; se escapaba del encorsetam­iento oficial y alimentaba especies sobre sus salidas en solitario. En su vida oficial cumplía con lo que de ella se esperaba, pero, a la vez, organizó un mundo propio en su vida privada aplicando un principio para ella fundamenta­l: lo suyo era un trabajo, no un destino. Con eso, ya en sus tiempos de princesa, comenzó a separar lo público de lo privado. En lo primero, acompañar a Felipe de Borbón en sus funciones, aportando un aire nuevo, y en lo propio, centrarse en su marido y sus hijas y proteger su burbuja.

El entonces príncipe acabó por admitir que su mujer necesitaba espacios de libertad, pero no siempre fue fácil. El verano del 2013, en Mallorca, se vieron gestos de un posible distanciam­iento matrimonia­l cuando Letizia abandonó Marivent y dejó en la residencia veraniega, donde por aquel entonces coincidían con el rey Juan Carlos, al príncipe y a sus hijas. Fue un antes y un después en la relación del matrimonio y a punto estuvo de levantarse una crisis de consecuenc­ias imprevisib­les.

Finalmente, y quizás ante el conocimien­to de que el rey Juan Carlos sopesaba la posibilida­d de abdicar, la pareja hizo un ejercicio de responsabi­lidad y cerró sus heridas. La princesa había querido cambiar las cosas y estuvo a punto de abandonar el barco justo en el momento en que ya se vislumbrab­a el cambio fundamenta­l.

Los diez años como príncipes fueron una etapa necesaria, con todas sus contradicc­iones, para que en la década posterior, ya como Reyes, Felipe y Letizia sumen más luces que sombras en su matrimonio. Forman un equipo, ella ha podido poner su arrollador­a personalid­ad al servicio de la Corona, y él, que tantos frentes debe atender, ha logrado en su mujer una aliada. ●

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Dani Duch
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Gtres Boda y dos hijas. Felipe y Letizia, ella vestida de Pertegaz, se casaron el 22 de mayo del 2004. El 31 de octubre del 2005 nació Leonor (izq.), y el 29 de abril del 2007, Sofía
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