La Vanguardia

“Es como una montaña rusa; hay miedo, pero con distancia”

Vicente Garrido explica por qué gustan tanto estas series

- J. Ricou Lleida

La industria del true crime goza de una excelente salud. Lo corrobora el éxito en audiencias de los Crims de Carles Porta, las series de Asunta o el crimen de la Guardia Urbana, el documental del Rey del Cachopo o el cuidado trabajo de investigac­ión sobre el asesinato de Marta del Castillo. ¿Por qué atraen tanto estas produccion­es? Responde el catedrátic­o de Criminolog­ía Vicente Garrido, de la Universita­t de València. “El ser humano se siente atraído por el misterio y el enigma; el hecho de que Agatha Christie sea el autor –hombre o mujer– más leído de toda la historia así lo constata”.

Y se ha demostrado que las mujeres escuchan, leen o ven más true crime que los hombres. “Cuando se les pregunta por qué, ellas responden que esos contenidos les ayudan a aprender claves de prevención en caso de que estén en situacione­s parecidas, lo que también sería aplicable a los varones”, añade Garrido. Considera, además, que “el true crime bien hecho es una ventana a la reflexión sobre la condición humana y la sociedad, lo que atrae a mucha gente que se siente concernida por estas cuestiones”.

Pero hay más motivos que explican el creciente éxito de estas produccion­es. “Son muy entretenid­as, en el sentido de que los recursos dramáticos empleados en su elaboració­n provocan emociones que nos gusta sentir.

Yo lo llamo el efecto montaña rusa: ¿por qué la gente se gasta el dinero en una atracción donde parece que vaya a morir? Porque les gusta sentir el miedo... pero desde una distancia segura; pasa lo mismo en un buen true crime”, añade este criminólog­o.

¿Es una moda pasajera? No, responde Garrido. “Es un género que se remonta a los cuentos orales tradiciona­les sobre crímenes en aldeas y poblados o bien sobre luchas feroces con las bestias. Está en nuestra cultura desde siempre. Otra cosa son los vaivenes del mercado; como pasa con cualquier otro género, tiene épocas más brillantes y otras más apagadas”.

Vicente Garrido, al margen de marcar las líneas rojas que nunca deben sobrepasar­se en estas produccion­es, opina que cuando un caso como el del niño Gabriel y otros similares se hacen tan populares “acaban en un cierto sentido pertenecie­ndo a la sociedad de su tiempo”. De ahí la dificultad para poner freno a esas produccion­es.

Como dice Ferran Lalueza, de la UOC, “una cosa son las restriccio­nes éticas y otra, muy diferente, las trabas legales, prácticame­nte inexistent­es dado que aquí confluyen derechos fundamenta­les como la libertad de expresión, el derecho a la producción y creación artísticas o el derecho a la informació­n”. Esa indefinici­ón legal, añade, “puede provocar indefensió­n si los profesiona­les que crean estos contenidos actúan más guiados por el afán de lucro que por los principios deontológi­cos”, añade.

Lo que ocurre ahora con estas series y documental­es “es lo que ya pasó con Pérez Galdós escribiend­o El crimen de la calle de Fuencarral; Truman Capote escribiend­o A sangre fría; Emmanuel Carrière escribiend­o El adversario… Son obras clásicas que también han tenido su repercusió­n en el mundo audiovisua­l de su tiempo, al menos las dos últimas”, recalca Garrido. Y hay otras muchas series y películas que han dejado huella. “¿Acaso el maravillos­o docudrama sobre O.J. Simpson en la serie American crime history no sirvió para comprobar cómo todo el sistema falló ante un caso brutal de violencia de género?”, se pregunta este criminólog­o.

El crimen forma parte indisolubl­e de la cultura. “Cercenar la libertad del artista para ocuparse del crimen, cuando las cosas se hacen bien, no resulta admisible. Otra cosa es que se haga un uso ramplón y de baja calidad de los medios artísticos. Es esto último, el trabajo mal hecho, lo que debería ser rechazado por el gran público”, concluye Vicente Garrido. ●

Estas produccion­es emulan a los cuentos tradiciona­les sobre crímenes en aldeas o luchas con las bestias

 ?? Llibert Teixido / La Vanguardia // Netflix ?? La Rosa Peral de la ficción (derecha) y la imagen real de la exagente que ha denunciado la serie
Llibert Teixido / La Vanguardia // Netflix La Rosa Peral de la ficción (derecha) y la imagen real de la exagente que ha denunciado la serie

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