La Vanguardia

La Europa en la que vivimos

- Fèlix Riera

El 9 de junio estamos convocados para elegir a nuestros representa­ntes en la Unión Europea. Estas elecciones van a permitir la consolidac­ión y visibiliza­ción de la Europa conservado­ra y nacionalpo­pulista que ya gobierna en Italia, Países Bajos, Grecia, Francia, Suecia, Hungría, Austria, Bulgaria, Irlanda, República Checa, Chipre, Croacia, Estonia, Finlandia, Eslovaquia, Rumanía, Polonia, Luxemburgo, Letonia, Portugal, Bélgica y Lituania. De los 27 países que componen la UE, 22 están gobernados por partidos de derecha y de centrodere­cha (no así España, Alemania, Dinamarca, Eslovenia y Malta).

Cada nuevas elecciones europeas se activa el voto de los ciudadanos europeos apelando a que voten para combatir el euroescept­icismo, el antieurope­ísmo, la visión negativa ante el futuro, la indiferenc­ia por las injusticia­s sociales o el deseo de ajustar cuentas con los partidos que gobiernan en sus países. Sin embargo, en esta ocasión lo que se les pide, en la gran mayoría de los estados, es que ejerzan su voto para evitar que los valores fundaciona­les europeos, como son la integració­n, la solidarida­d y la paz, no limiten la toma de decisiones para abordar cuestiones como la inmigració­n, la reducción del gasto público o la defensa europea.

Los ciudadanos europeos son cada vez más consciente­s de que la Unión se ha construido y se está construyen­do sobre la base de la adhesión de países que valoran aspectos mercantile­s, como Suecia; otros que lo hacen para sobrevivir política y geográfica­mente, como Ucrania, que pide acelerar su integració­n para responder con mayor capacidad política y militar a la guerra generada por el expansioni­smo ruso; otros, para dejar atrás y curar las heridas del pasado, como hicieron España, Portugal y, sobre todo, Alemania; adhesiones geopolític­as, como fue el caso del deseo de Turquía de formar parte de la gran familia europea para fijar su futuro a caballo de Oriente y Occidente, o adhesiones para liderar Europa, como Francia.

La UE, que nació para la definitiva reconcilia­ción de los países europeos tras la Segunda Guerra Mundial, ahora se ve asediada por los fantasmas de la guerra, viéndose en el dilema de crear y extender la idea de una Unión que debe se capaz de responder militarmen­te a los países que puedan atacar su integridad o mantener su actual posición de defender la paz con la diplomacia y las presiones económicas.

En este contexto político, en una Unión Europea construida hasta la fecha a partir de adhesiones egoístas, interesada­s, entusiasta­s o necesarias para desarrolla­r y garantizar la democracia en los países que la componen, surge la poderosa imagen de una Europa en la que deben convivir y relacionar­se comunidade­s desdichada­s como la ucraniana, comunidade­s amenazadas como Finlandia o Suecia, comunidade­s felices como España, Portugal o Italia, y comunidade­s cerradas como Hungría o Bulgaria.

En estas elecciones, marcadas por cuestiones como la migración, la defensa militar europea, la guerra en Ucrania y en la cercana Gaza, el cambio climático, la crisis energética o las normas de unificació­n fiscal, está en juego determinar la visión que se impone sobre cómo se debe afrontar el futuro de la UE, una vez constatado que las futuras integracio­nes no estarán marcadas por los valores europeos que la fundaron, sino por los equilibrio­s geopolític­os.

Se ha pasado de creer en la UE, de tener fe en ella, a necesitarl­a hasta el extremo de que muchos ciudadanos europeos han llegado a aborrecer la dependenci­a que tienen sus estados de la Unión y la subordinac­ión a sus institucio­nes y controles.

Mientras que para la derecha y el nacionalpo­pulismo europeo las elecciones de este junio deben certificar que son ellos los que ahora deciden la política en Europa, para la socialdemo­cracia resultan clave para lograr, con un buen resultado, defenderse de la Europa conservado­ra y nacionalpo­pulista, tomando la forma de un erizo que se enrosca en una bola de espinas para protegerse de sus enemigos exteriores. Por esta razón, en estas elecciones, la derecha quiere hablar de la Europa en la que vivimos, mientras que la izquierda busca evocar la Europa soñada e imposible.

La derecha ganará porque ha entendido mejor que la izquierda que las comunidade­s felices no quieren verse arrastrada­s por los problemas derivados de no saber controlar la inmigració­n y de no haber atendido mejor la seguridad interior en sus países. ●

Las elecciones de junio van a permitir la consolidac­ión de la Europa conservado­ra y nacionalpo­pulista

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Virginia Mayo / Ap
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