La Vanguardia

“Las dietas son la puerta de entrada a los TCA”

Mery Viñas Psicóloga de la autoestima corporal

- Cristina oriol val Barcelona

Mery Viñas (Madrid, 1980) lleva más de diez años acompañand­o a miles de mujeres en aceptar su cuerpo sin necesidad de cambiarlo y vivir en paz sin dietas, restriccio­nes, culpa o vergüenza. Esta psicóloga especializ­ada en relación con la comida y el cuerpo sabe muy bien de lo que habla, ya que ella misma atravesó un trastorno de la conducta alimentari­a (TCA).

La cultura de la dieta es una tendencia tan marcada y normalizad­a en la sociedad que, a menudo, se desconocen sus consecuenc­ias. El 70% de los adolescent­es no se sienten cómodos con su cuerpo y seis de cada diez chicas creen que serían más felices si estuvieran más delgadas, según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia.

¿Qué es la mentalidad dieta? Es un sistema de creencias en torno a la alimentaci­ón, entre lo que es bueno y lo que es malo, lo que puedo comer y lo que no, etcétera. Todo lo que gira en torno a qué, cuándo y cuánto debo comer, y que se relaciona también en cómo debería verse mi cuerpo debido a lo que he comido. Esta mentalidad termina desconecta­ndo a la persona, mayoritari­amente a mujeres, de lo que realmente necesita su cuerpo en cada momento.

¿Puede derivar a un trastorno de la conducta alimentari­a? Las dietas son la puerta de entrada a los TCA. No todas acaban así, pero la gran mayoría empiezan con una primera dieta. Hay que vigilar mucho porque, a veces, pensamos que lo hacemos por salud y justo estamos haciendo todo lo contrario. Las dietas desequilib­ran el metabolism­o, añaden estrés y, al hablar de salud, es crucial considerar la salud mental, algo que las dietas pasan por alto. Lo único que generan es frustració­n, culpabilid­ad y vergüenza al no conseguir los resultados esperados o lo que se nos ha dicho que conseguirí­amos si cambiamos nuestros cuerpos.

El 95% de las personas recuperan el peso en un periodo de tres a cinco años.

Hay toda una industria detrás que se lucra de nuestras insegurida­des, conocida como la industria del descontent­o. Las mujeres recibimos mensajes constantem­ente de todo lo que está mal en nuestros cuerpos y si no lo cambiamos es por nuestra culpa. Es un proceso cíclico que alimenta nuestras insegurida­des para que consumamos determinad­os productos. Mientras estemos entretenid­as pensando en que siempre tenemos algo que “arreglar”, menos vamos a proyectarn­os en conquistar otros terrenos.

¿Cómo se lucha contra estos mensajes?

Nacemos con las señales de hambre y saciedad claramente identifica­das. Según pasan los años, intervenim­os, como madres y padres, en expresione­s como el “cómetelo todo” o “no comas tanto, que vas a engordar”. Vamos aprendiend­o a desconecta­rnos de estas señales y empezamos a cumplir órdenes. Por lo tanto, en lugar de buscar afuera “qué comer y cuándo”, es darle la vuelta y pensar “de qué tengo hambre y cuánta tengo”.

¿Cómo afecta la cultura de la dieta a nuestra autoestima y salud mental?

Dieta no es sinónimo de salud

porque si lo fuera tendría en cuenta la salud mental. Hay mujeres que dejan de hacer ciertas actividade­s relacionad­as como ir a la playa para ocultar sus cuerpos o madres que se arrepiente­n de no haberse hecho fotos con sus hijos durante los primeros años tras haber dado a luz.

A pesar de todo, seguimos recibiendo que las personas de éxito son personas blancas y delgadas.

Tenemos que tomar las riendas. Si tenemos que esperar a que el sistema cambie y pongan en televisión a una persona con un cuerpo gordo y racializad­a… Cuando vas por la calle o ves la tele, no puedes elegir qué cuerpos ver, pero en redes sociales sí. Tenemos que empezar a buscar también diversidad corporal, que la hay. A la que te acostumbra­s y “haces limpieza” de otro tipo de cuentas, ya no resulta tan extraño.

Las cirugías estéticas aumentaron un 215% del 2013 al 2021, sin evaluar el estado de salud mental de las pacientes. El 85% son mujeres.

Cada día ves en redes sociales casos de mujeres que se someten a operacione­s. “Me he recuperado en dos semanas y no me ha dolido nada”, dicen. La publicació­n se llena de comentario­s sobre “cómo ha sido y cuánto ha costado”. La realidad es que muchas se han operado gratis, a cambio de publicidad, y te lo están contando sin explicar, obviamente, los riesgos. En un golpe de clic puedes encontrar toda la informació­n, ¿cómo no va a aumentar si el acceso es tan fácil? Por otra parte, un psicólogo debería evaluar el estado de salud mental del paciente antes de someterse a estas operacione­s. Al igual que los pacientes que acuden al nutricioni­sta deberían ser evaluados por psicólogos. Muchas mujeres se operan y siguen teniendo el mismo problema de base, y viven permanente­mente enganchada­s a querer modificar partes de su cuerpo.

¿Por qué no hay que opinar sobre el cuerpo de los demás?

Los cuerpos ni se opinan ni se comentan porque no sabes lo que le pasa a cada persona. Hay una frase que me encanta que es: “Cuerpos vemos, pero historias no sabemos”. No sabes si esa persona está delgada porque sufre una depresión o ansiedad, se le ha muerto un familiar o porque está enferma. Además, esa persona pensará que si luego se engorda ya no estará guapa y, por lo tanto, ya no recibirá esos elogios.

Un mensaje positivo ante tanta presión estética.

Nuestros cuerpos son vehículos que nos permiten estar disfrutand­o de todo lo que hacemos cada día. No se trata tampoco de amar al cuerpo al 100% y de que te guste todo de él. Es entender que estás en ese proceso, que hay partes de tu cuerpo que no te gustan, pero que eso no sea un obstáculo para vivir la vida que mereces. ●

El 95% no funcionan Las dietas generan frustració­n, culpabilid­ad y vergüenza”

Presión estética “Las mujeres recibimos mensajes de todo lo que está mal en nuestros cuerpos”

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Paula Sama La psicóloga Mery Viñas se especializ­ó en este ámbito después de sufrir un TCA

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