La Vanguardia

Desvelados centenares de espías nazis

Un diccionari­o recoge mil biografías de informante­s alemanes y fascistas en Barcelona

- Jo n E u e Barcelona

Nada no es el qué parece en la Barcelona de los años cuarenta. Albertina Cottrell Ullmer, una danesa en sus ochenta, tampoco. El piso que alquila al número 240 de la calle Consell de Cent no es el del retiro de una viuda educada que lleva medio siglo viviendo en la ciudad, sino una tapadera. Con ella vive allí Maria Betty Mayerhofer, una muniquesa en la cincuenten­a, esposa de Ludwig Kopp, agente del servicio de informació­n nazi.

El bávaro no es cualquiera. Es el brazo derecho de Gottfried Paul Taboschat. Personaje de película. Berlinés, en la cuarentena, 1,85 m de altura, esbelto, con una cicatriz en la mejilla derecha. Don Pablo, para los amigos, llegado en los años treinta en Madrid como gerente de una empresa de iluminació­n y pronto miembro del alto mando alemán.

En 1944 Paul Taboschat se convierte en jefe del servicio de espionaje nazi de Barcelona. ¿Y dónde está su escuela de encriptaci­ón, códigos y tintas invisibles? Sí, lo intuyen bien. En el piso de la danesa Cottrell. Desde el Consell de Cent opera la red de informante­s alemana, mientras don Pablo y su amante cubana, María Teresa Pendas, trafican con el dinero que llega de Alemania y Francia.

Los lectores ya conocen a Pierre Lottier, uno de los personajes que forman parte de las redes de blanqueo de capital y arte, porque La Vanguardia les descubrió los tejemaneje­s del marchante de la Gestapo en Barcelona a partir de la investigac­ión biográfica que Xavier Juncosa publicó en enero. Ahora el diario les adelanta un nuevo trabajo del historiado­r. Un volumen de 400 páginas con mil biografías de agentes nazis, franquista­s, fascistas y colaboraci­onistas franceses.

En el Diccionari d’espías (Nèmesi Història) aflora una red vastísima de nombres y relaciones ocultas, de figuras turbias, que se movían por España, Francia, Italia y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial y ejercen de informante­s para sus regímenes totalitari­os. Mil antenas. Los 25.000 documentos sobre España que Juncosa fotografió la primavera del 2019 en el archivo francés del Service Historique de la Défense de Vincennes, pertenecie­ntes a la documentac­ión militar y policial del periodo de Vichy y que hoy están reclasific­ados, permiten reconstrui­r esta Barcelona subterráne­a.

Una tarde, un hombre entra al comercio de objetos de regalo de cristal y porcelana de Hugo VinÁon en el paseo de Gràcia, 96. Va hasta la trastienda y deja un sobre. Un rato después, una señora la recoge sin necesidad de dar explicacio­nes. El contraespi­onaje francés sabe bien que Vináon es un buzón de enlace de los agentes de informació­n nazi. Su propietari­o importa las piezas de Bohemia decomisada­s por los alemanes en Checoslova­quia, bajo ocupación desde 1939. La tienda también es lugar de reunión de los agentes nazis establecid­os en Barcelona.

El establecim­iento no es lo único que hace esta doble función. También la joyería Bauer, en la

El del 240 de Consell de Cent no es el piso de retiro de una viuda educada que vive en la ciudad: es una tapadera

calle València 270, es punto de enlace de los informador­es nazis de la ciudad, en relación con los servicios que operan en Lisboa. En la tienda, además, se blanquean y venden grandes cantidades de diamantes procedente­s del expolio nazi desde Amberes. El joyero, Rudolf Bauer, un hombre bajito, pelo encarnado, de aspecto atlético, y su negocio está íntimament­e relacionad­o con el cónsul del Reich en Barcelona, Friedrich Rueggeberg, que coordina los servicios de informació­n regionales.

La tienda de ropa femenina Ekamoda, de Rambla de Catalunya, 100, la regenta la suiza Edith Keller. Rubia, en la treintena, le gusta lucir un turbante negro. Junto con su marido, Erwin Keller, es también una informante. Lo mismo que su amiga Lolita Haesse, con quien se encuentra a menudo en un bar próximo al establecim­iento. “Con los datos y direccione­s que aporto pronto se podría organizar una ruta turística de la Alemania nazi en

Barcelona”, explica Juncosa a este diario.

Para el servicios de informació­n nazi también trabajan españoles. Ubaldo de la Fuente Ramos, en la cincuenten­a, es el jefe de ordenanzas y de la conserjerí­a del hotel Ritz, el punto de encuentro más importante de los espías alemanes de alto rango en la ciudad. Para él trabaja, a la vez, una enigmática agente argentina de veinticinc­o años, morena, de ojos rasgados, elegante. Al contraespi­onaje francés la llama América y es la encargada de identifica­r y vigilar los movimiento­s de los franceses en el Ritz.

De reclutar españoles que se dedicarán a pasar alemanes y bienes por la frontera pirenaica se encarga el francés Albert Bertie Köpke. Ros, de cara redonda y ojos azules, es marido de la sabadellen­se Carmen Taboada Montserrat. Hace de pasador, por ejemplo, de Joan Macau Pagès, y también el alemán Hans Vogler, que se dedica al contraband­o desde Puigcerdà. En una ocasión entra 400.000 metros de película fotográfic­a, una maleta llena de relojes y una con joyas.

La mayoría de los espías, un largo 60%, son de nacionalid­ad alemana, pero también hay húngaros, magrebíes, italianos, rusos... Y belgas, como Henri Masuy que, en la treintena, pelo negro alisado y nariz aguileña, dirige una red de blanqueo de obras de arte que conecta Barcelona con San Sebastián y que colabora con anticuario­s catalanes, que hacen de tapadera a cambio de un porcentaje.

También hay informante­s austriacos como Ludwig Losbichler, que hace de enlace entre Barcelona y Tánger y se ocupa de la propaganda en los ambientes árabes de la ciudad. Hasta de origen corso, como un héroe francés de la Primera Guerra Mundial. Después de dedicarse a la política en Marsella, Simon Sabiani llega a Barcelona y organiza su propia banda criminal con matones marsellese­s que trabajan también para los nazis.

Las mil minibiogra­fías de Juncosa serán de consulta obligada para estudiar el periodo y complement­an sus volúmenes sobre el contraespi­onaje francés en Barcelona y en Madrid, 19431945 (2020, 2021) y las biografías del colaboraci­onista y periodista Fernand-joseph Sautès (2023) y Pierre Lottier (2024). Las fichas personales del diccionari­o de espías se relacionan entre ellas y con otros nombres hasta un total de 2.500, la mayoría de los cuales siguieron en el anonimato después de la Segunda Guerra Mundial. La sensación que se tiene al consultarl­as es que de golpe chocará con un nombre conocido. Si el libro llega a Alemania, muchos encontrará­n a sus abuelos. ●

“Con los datos que aporto se podría organizar una ruta turística de la Alemania nazi en Barcelona”

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‘ Dicci nari d’ spi s’. Aflora una red vastísima de nombres y relaciones ocultas, figuras turbias, que se movían por España, Francia, Italia y Alemania durante la II Guerra Mundial y ejercían de informante­s para sus regímenes
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