La Vanguardia

En el nombre del padre

Schauffele gana el PGA con el registro histórico más bajo de los ‘majors’

- Luis Buxeres Barcelona

Xander Schauffele (San Diego, 1993) ya no es “el mejor golfista del mundo sin un grande”. El domingo abandonaba el club por la puerta grande, ganando el PGA Championsh­ip en Valhalla (Kentucky) firmando el resultado más bajo de la centenaria historia de los Grand Slams (-21). El clan Schauffele casi al completo le acompañaba gran parte de la semana. Su esposa Maya, a la que conoció en la Universida­d de San Diego, que rozó el desmayo de la emoción en plena sesión fotográfic­a con el trofeo. Su hermano Nico, que ha ejercido de cocinero amateur en la casa alquilada para la ocasión, basando su dieta en la cocina italiana. Y, por supuesto, Chewie y Momo, los dos perros que completan la familia de Xander y Maya. Pero no estaban todos. Había dos ausencias importante­s: la de su madre, Cheng Pin

Yi y, especialme­nte, la de su padre, Stefan.

En casa Schauffele la mezcla de culturas es de las que hacen época, y el rostro de Xander es buena prueba de ello. Su padre es alemán, de Stuttgart, pero de madre francesa. Su madre taiwanesa, aunque criada en Japón. Su bisabuelo jugó en la selección austríaca de fútbol. Su hermano nació también en Alemania. Y Xander es el único de la familia nacido en territorio estadounid­ense. Y si ha habido una figura clave en su carrera ha sido la de su padre, apodado en los círculos golfístico­s como El Ogro por su carácter irascible y por su aspecto misterioso y un tanto amenazante, ataviado casi siempre con gafas de sol y un gorro de paja. “Sé que le llaman así, pero en el fondo es un osito de peluche, le he tenido que colgar porque estaba llorando desconsola­do”, bromeaba el campeón del PGA, que tras firmar la tarjeta y saludar a todo el que se le cruzaba por delante, encontró un hueco para llamar a su padre, su mentor y entrenador de swing desde que cogió un palo –cargo que comparte con Chris Como desde el año pasado-, antes de la ceremonia de premios.

Schauffele también tiene fama de serio porque es lo que transmite mientras juega. Así le enseñó Stefan desde pequeño. “Compromete­rse, ejecutar y aceptar”. Instruccio­nes germánicas. Y su concentrac­ión está siempre al máximo durante los torneos. Pero hasta ahora, aunque había ganado siete veces –la última el Scottish Open en julio del 2022– e incluso se había colgado el oro olímpico en Tokio, las victorias en los grandes siempre le esquivaban. Había sido dos veces segundo y atesoraba 12 top ten en los majors. “Un goteo firme acaba rompiendo la piedra”, le había escrito en alemán su padre el sábado por la noche desde Hawái, donde se está construyen­do una enorme granja para recibir las visitas de toda la familia. Xander tuvo que pedirle la traducción antes de asimilarlo. Unas horas más tarde, con un espectacul­ar 65, incluido un birdie decisivo en el hoyo 18, la piedra se rompía y el Wannamaker Trophy ponía rumbo a San Diego. ●

“Compromete­rse, ejecutar y aceptar”, es la premisa con la que Stefan Schauffele educó a su hijo

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Adam Cairns / Reuters Xander Schauffele sostiene el trofeo del PGA en el Valhalla Golf Club de Louisville

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