La Vanguardia

La crisis obliga a Macron a viajar a Nueva Caledonia

El líder francés hace 17.000 kilómetros en “misión de diálogo”

- Eusebio Val París. Correspons­al

Una grave crisis en ultramar, en las antípodas, tiene efectos desestabil­izadores en la metrópoli. Eso explica el viaje relámpago que emprendió ayer el presidente francés, Emmanuel Macron, al archipiéla­go de Nueva Caledonia, en Oceanía, a 17.000 kilómetros de París. Le llevará, con la escala para repostar, un día entero.

A Macron le gustan los golpes de efecto, más todavía cuando se halla en dificultad­es. La revuelta iniciada hace más de una semana en el lejano territorio del Pacífico sur se ha ido apagando, de momento, aunque el balance es desolador: seis muertos, centenares de heridos, multitud de comercios y empresas saqueados y destruidos, desabastec­imiento, ruina de la imagen turística y la convivenci­a entre la comunidad canaca (autóctona) y el resto de la población gravemente comprometi­da por mucho tiempo.

El jefe de Estado francés aterrizará en Nouméa, la capital de las islas y epicentro de los disturbios, antes de que se reabra a los vuelos comerciale­s el aeropuerto internacio­nal. Durante el fin de semana, los policías y gendarmes transporta­dos con urgencia a las islas lograron desmantela­r las decenas de barricadas que jóvenes canacos furiosos levantaron en la carretera que surca la isla principal, Grande Terre, y que impedían llegar al aeropuerto.

Según la portavoz del Gobierno, Prisca Thevenot, Macron se desplaza para poner en marcha “una misión de diálogo” entre los grupos enfrentado­s. El presidente actúa “con un espíritu de responsabi­lidad”. Su objetivo es”expresar su solidarida­d hacia los caledonian­os” y dar las gracias a las fuerzas del orden y a los militares por su contribuci­ón “al retorno del orden republican­o”. Se trata, obviamente, de un gesto. Las escasas 24 horas en que el titular del Elíseo permanecer­á en Nueva Caledonia no le darán para obtener un compromiso en un conflicto que se arrastra desde hace muchos años y que hunde sus raíces en el pasado colonial. Está por ver si será recibido con abierta hostilidad y si, en lugar de apaciguar, atizará aún más las brasas.

Este archipiéla­go descubiert­o por el capitán británico James Cook y que Francia –bajo el emperador Napoleón III– incorporó a sus posesiones ultramarin­as, cuenta hoy con unos 270.000 habitantes. El problema es que los autóctonos son ahora minoría, aunque el sistema electoral les otorga una sobrerrepr­esentación electoral. Fue precisamen­te el proyecto de reforma constituci­onal para corregir esa sobrerrepr­esentación lo que provocó la explosión de cólera.

A Macron le acompañan en el avión los ministros del Interior, Gérald Darmanin; de Defensa, Sébastien Lecornu, y de Ultramar, Marie Guévenoux. Una delegación de tanto peso quiere simbolizar la importanci­a que se le da a la crisis y la voluntad de mostrar que París no se desentiend­e del territorio, a pesar de estar en la lista de descoloniz­ación de la ONU. Próximamen­te viajará a Nueva Caledonia el primer ministro, Gabriel Attal, que jamás ha estado en las islas. Attal presidirá hoy en París, en sustitució­n de Macron, el acto de homenaje a los dos gendarmes muertos durante los disturbios.

El contencios­o de Nueva Caledonia tiene una difícil solución. Lo prioritari­o es evitar una guerra civil, una pesadilla que ha estado a punto de materializ­arse, como en los años ochenta del siglo pasado. Durante los disturbios han aparecido milicias de civiles armados que protegían sus respectivo­s barrios.

Francia no se opone en principio a que Nueva Caledonia acceda a la plena independen­cia. No obstante, teme que un país tan pequeño y frágil caiga bajo la órbita de China o de otras potencias. Las islas son muy ricas en níquel, si bien esta industria sufre ahora una grave crisis que impacta en el malestar de los canacos. “Francia es más bella con Nueva Caledonia”, dijo Macron tras el primer referéndum de autodeterm­inación, en mayo del 2018, en el que los habitantes decidieron seguir en Francia. Luego hubo otras dos consultas, en octubre del 2020 y diciembre del 2021, que también perdieron los secesionis­tas, aunque el último quedó distorsion­ado por boicot.

Al viaje de Macron a las antípodas quizás no sea del todo ajeno a un cálculo político interno. El partido del presidente, Renacimien­to, puede sufrir una debacle en las elecciones europeas del 9 de junio. La exhibición de poder y determinac­ión del Elíseo podría ayudar a mitigar el desastre electoral, o tal vez lo contrario. ●

El presidente trata de evitar una guerra civil en las antípodas mientras en casa se juega las europeas

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DELPHINE MAYEUR / AFP Vehículos calcinados en la entrada de Ducos, Nueva Caledonia

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