La Canonja derriba un burdel para dedicarlo a la investigación
El prostíbulo, degradado, cerró con la pandemia tras la presión policial
En los años setenta fue un bufé y dio cobijo a los empleados de la industria química de Tarragona. Sus fundadores, de Valencia, lo bautizaron con el nombre de uno de sus santos más queridos: el dominico Vicente Ferrer. En los años ochenta y noventa fue un popular restaurante. Más tarde, un belga de dudosa reputación compró el local y lo reconvirtió en un burdel, aprovechando su ubicación, a pie de la N-340, frente a la industria petroquímica.
El Ayuntamiento de La Canonja (Tarragonès) empezó ayer a demoler el edificio, muy degradado y ahora de propiedad municipal, con la idea de reconvertirlo en un centro de investigación tutelado por la Generalitat.
Con la antigua carretera despejada gracias a la autovía A-7, el antiguo prostíbulo fue decayendo en paralelo a la degradación del inmueble, que amenazaba ruina. La última inspección de los Mossos d’esquadra, de la mano del arquitecto municipal, detectó un negocio de bitcoins escondido en el piso superior. Se da la circunstancia que aquella visita policial se llevó a cabo dos días después de la explosión de Iqoxe en el 2020, la peor de la historia de la petroquímica de Tarragona.
El burdel fue uno de los múltiples edificios dañados por la tremenda onda expansiva, con cristales rotos y la fachada afectada. La pandemia y la presión policial, con múltiples sanciones, dieron la estocada definitiva al San Vicente Ferrer, anclado en una de las entradas de La Canonja.
El Ayuntamiento ha invertido 1,5 millones para comprar el edificio, junto a varias naves industriales vecinas, derribarlo y ofrecer los 8.000 m² de techo edificable a la Generalitat para que albergue el futuro centro de descarbonización, estratégico para la petroquímica de Tarragona.
“Tiene un valor añadido porque era un burdel absolutamente decadente, y ahora queremos que sea un centro de investigación en un lugar estratégico”, razona Roc Muñoz (PSC), alcalde de La Canonja. Estará, además, frente a una de las paradas del futuro tranvía de Tarragona.
Mientras no se concrete el futuro equipamiento, que necesita de una inversión de 15 millones, la idea del Ayuntamiento es aprovechar parte del solar para aparcamiento público.
En el recuerdo de los vecinos quedará el San Vicente Ferrer restaurante y bufé, donde muchas familias celebraron sus bodas, bautizos y comuniones. ●