Sexo no, amistad en Nueva York
La camaradería ha sido la clave de una buena campaña de los Knicks
Esta historia no va de la amistad inquebrantable y las peripecias amorosas de Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte, las cuatro amigas del libro, serie de televisión y películas de cine Sexo en Nueva York, sino de la camaradería de Jalen, Josh y Donte, los tres amigos que jugaron juntos al baloncesto en la Universidad de Villanova, en las afueras de Filadelfia, y por caminos diversos y retorcidos se han reunido en el Madison Square Garden (MSG) de Manhattan.
Qué duda cabe –lo refrendan numerosos estudios– que una cordial relación entre los trabajadores aumenta su productividad y la de la empresa. Un sueldo justo y la perspectiva de subir en el escalafón también cuentan, por supuesto (ellos lo tienen), pero los buenos amigos no necesitan decir nada para comunicarse –basta con un gesto o una mirada–, tienen la confianza necesaria para poder criticarse cuando es necesario, se reparten mejor las funciones de una manera natural al ser conscientes de los puntos fuertes y débiles de cada uno, y no hay (generalmente) celos, peleas ni conflictos personales.
Así es en un periódico, una fábrica textil o un equipo de baloncesto. Los Knicks cayeron heroicamente en siete partidos contra los Indiana Pacers en la segunda ronda de los playoffs tras sufrir un cúmulo de lesiones, y no pudieron lograr el objetivo de alcanzar la final de la conferencia por primera vez en el milenio, pero sus jugadores fueron ovacionados por un MSG puesto en pie. El premio por la temporada más meritoria en mucho tiempo, en la que acabaron con el segundo mejor récord del Este después de los Celtics, y eliminaron a los 76ers de Joel Embiid.
No les falta talento, pero ningún equipo de la NBA ha sido a lo largo de la temporada tan luchador como los Knicks. Su principal característica ha sido no dar ningún balón por perdido, yendo a por todos los rebotes (el pívot estadounidense de origen alemán Isaiah Hartenstein merece mención aparte) y generando así múltiples acciones de ataque en muchas jugadas. Un elemento clave de esa mentalidad es la relación especial entre tres de los miembros de la plantilla, Jalen Brunson, Josh Hart y Donte Divincenzo, que formaron parte del equipo de la Universidad de Villanova que ganó el título nacional.
Cuando Divincenzo llegó a Nueva York en julio pasado después de un año en los Clippers, una breve escala en Sacramento y cuatro en Milwaukee, no necesitó un tiempo de adaptación para descubrir las peculiaridades del entrenador Tom Thibodeau o la idiosincrasia de Julius Randle, uno de los líderes y veteranos del conjunto. Para hacerle las presentaciones y allanarle el camino estaban sus amigotes Jalen Brunson y Josh Hart. El base de 27 años ha tenido unos playoffs espectaculares, en los que a veces llevó el equipo sobre sus hombros, culminando con una actuación de 39 puntos y nueve triples en la derrota frente a
Indiana en el último partido.
Las lesiones, en especial la de Randle pero también las de Bojan Bogdanovic y Anunoby, hicieron que los tres amigos de Villanova se convirtieran en la columna vertebral de los Knicks en los momentos decisivos de la campaña. Una mentalidad de asedio, del mundo contra nosotros, dio un extraordinario protagonismo a jugadores como Alec Burks, que al principio de
Brunson, Divincenzo y Hart jugaron juntos, ganaron un título y se hicieron amigos en la Universidad de Villanova
los playoffs apenas contaba para Thibodeau, y acabó teniendo actuaciones estelares.
Brunson fue el primero en llegar al MSG en el 2022, como agente libre y pieza fundamental en la reconstrucción del equipo (ha quedado quinto en la votación del MVP). Luego apareció Hart, uno de esos que hace el trabajo sucio, y finalmente DiVincenzo. Los tres mosqueteros de Manhattan. Uno para todos, y todos para uno. ●