La Vanguardia

Ya la comedia es un mapa

- Josep Vicent Boira J.V. BOIRA, catedrátic­o de Geografía Humana de la Universita­t de València. @Josepboira

En 1789, el padre Martín Sarmiento, un ilustrado benedictin­o, escribía: “Digo que, desde Madrid, como centro, deben salir líneas rectas hasta las extremidad­es de toda España, y que esas líneas denotarán las demarcacio­nes de los caminos”. José María Aznar debe de tener grabada en mármol esta frase en su despacho de la FAES. Poco tiempo después, otro ilustre hombre, Gaspar Melchor de Jovellanos, le enmendaba la plana y se refería al real decreto de 1761 que había dado origen al diseño radial de los caminos de España (ahora soy yo quien tiene la frase en un pedestal): “El orden señalado entonces fue construir primero los que van desde la Corte a los extremos, después los que van de provincia a provincia, y, al fin, los interiores de cada una; pero no se consideró que la necesidad y una utilidad más recomendab­le y segura indicaban otro orden enterament­e inverso”.

No caigamos en la trampa de pensar que el debate sobre la radialidad de las infraestru­cturas de comunicaci­ón en España es reciente. Ya estaba presente a finales del siglo XVIII y forma parte de la sustancia del país, de sus debates familiares. Nada nuevo bajo el sol. Con el tiempo, hemos visto que el sabio ilustrado gijonense tenía razón. La última polémica se ha destapado con el servicio ferroviari­o que, para conectar Málaga con Murcia, debe acercarse a Madrid trazando una gran V invertida aprovechan­do los segmentos AVE radiales en uso. Observemos el tema con un poco de distancia.

Durante años, muchos hemos sido quienes hemos escrito contra la España radial: nombres de compañeros de viaje catalanes como Pere Macias o Germà Bel me han acompañado. Hemos desplegado artículos, libros y opiniones para intentar convencer a la sociedad de que el diseño radial de las infraestru­cturas no era el más apropiado para vertebrar territorio­s, conectarno­s con el exterior y desarrolla­r nuestras potenciali­dades logísticas. En este debate, también había una forma de ver España: quienes defendían el mapa radial tenían y tienen mucho que ver con una concepción centraliza­da y centralist­a del ejercicio del poder. Quienes pensamos en otra manera de estructura­rla tenemos una visión, al menos en mi caso, descentral­izada y federaliza­nte.

Pero he aquí que, de repente, ha caído la venda de los ojos y la sociedad se ha dado cuenta de que el rey, en verdad, anda desnudo. En otras palabras, que para unir una ciudad del sur con otra del este el camino menos eficiente es ir hacia el norte. De la misma manera que para unir Alicante con Barcelona no parece lo más efectivo viajar antes hacia donde se pone el sol. Esta ineficienc­ia del sistema deja al descubiert­o las carencias del modelo. Dicho lo cual, no nos rasguemos las vestiduras: ya que tenemos las líneas, aprovechém­oslas.

Esto debe de haber pensado el operador que ha lanzado la oferta de unir Málaga con Murcia utilizando las líneas radiales de AVE. Bien, el usuario ya pondrá en su lugar servicios más o menos atractivos: es el mercado, amigo. No busquemos aquí el pecado. Lo criticable es perseverar en un mapa que se ha trasmutado en mala comedia: el mapa radial de España.

En una de las novelas de Miguel de Cervantes, uno de sus personajes le dice a otro: “Ya la Comedia es un mapa / donde no un dedo distante / verás a Londres y a Roma / a Valladolid y a Gante. / Muy poco importa al oyente / que yo en un punto me pase / desde Alemania a Guinea / sin del teatro mudarme”. Cervantes elogiaba con este fragmento el poder del teatro, su capacidad por hacer volar la imaginació­n del espectador y adentrarle, sin atisbo de desconfian­za, en un viaje inmóvil por el mundo: desplazami­ento sin espacio, movimiento inanimado. Sin embargo, a mí me sirve para otro fin, pues deberíamos convenir que hoy la comedia del mapa radial debe finalizar. Y cuanto antes caiga su telón, mejor.

Enric Juliana repite con acierto que hay que (re)conocer las claves teatrales españolas. He aquí una de ellas: la dramatizac­ión de la comedia de un mapa no solo ideológica­mente pretérito, sino técnicamen­te ineficaz. Está en marcha lo que Richard Kaplan llamaría “la venganza de la geografía”, mediante la cual la gente de la calle comienza a comprender que el rey sigue desnudo: el mapa es demoledor y mueve conciencia­s. Por eso necesitamo­s un nuevo Arquímedes que diga: “Dadme un (nuevo) mapa y moveré España”.

El espíritu de Jovellanos sobrevuela la idea de que el orden de las cosas es ya otro, que los caminos interiores y los que comunicaba­n las “provincias” del reino deben ser desarrolla­dos. Estamos a tiempo de seguir su consejo. ¿Cuál ha sido el beneficio cesante de tantos años de radialidad, las horas invertidas en trayectos imposibles, los negocios abortados, la falta de oportunida­des logísticas, el recorte de competitiv­idad respecto al mundo exterior? Ineficienc­ia técnica e ineficacia económica se suman hoy a la obsolescen­cia de un relato.

En València, una canción se hizo popular hace años: “Roda la bola de la xirimbola. Tronxo madur, que caiga de cul”, cantaban niños y niñas mientras daban vueltas cogidos de las manos hasta que la copla finalizaba y todos se dejaban caer por el suelo. España debe emancipars­e de esta xirimbola sin fin. Y explorar nuevas rutas vivificant­es que nos conecten con el mundo. Vectores de comunicaci­ón que muevan nuevas energías, ideas, personas y mercancías “allende las fronteras del reino”, que diría Cervantes. ●

Para unir una ciudad del sur con otra del este el camino menos eficiente es ir hacia el norte

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Joma
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