La Vanguardia

Los hombres extraordin­arios

- Jordi Basté

Cuando a finales de los noventa presentaba el programa deportivo nocturno de Catalunya Ràdio, para garantizar audiencia existían unos incunables presidente­s del fútbol (Del Nido, Ruiz de Lopera, Ramón Mendoza, Joan Gaspart, María Teresa Rivero, José María Caneda, Jesús Gil...). Gritaban, polemizaba­n, mentían, reían, vomitaban e incluso se pegaban. Eran un género en sí mismos. Fue lo que la productora de Jordi …vole bautizó como La liga de los hombres extraordin­arios, una imperdible serie de Movistar.

Existía otra audiencia que agradecía conversaci­ones reposadas con ¡ngel Cappa, Vicente del Bosque, Pep Guardiola, Jorge Valdano o Miguel Pardeza, un futbolista, doctor en Filología, con una biblioteca en su casa con casi diez mil libros, pero la realidad es que el ruido vende más que el silencio.

Como la experienci­a nunca es un fracaso porque siempre viene a demostrar algo, hace aòos que constato una futbolizac­ión de la política altamente preocupant­e, que contrasta con la mayor profesiona­lización del fútbol (así, a granel). Hay una liga de hombres extraordin­arios en la política y en todos los partidos, pero en el PSOE destaca una lista de convocados por una mayoría de medios de Madrid donde hacer ruido alrededor de la Moncloa parece que da premio. En esa lista hay nombres como Joaquín Leguina, Alfonso Guerra, Javier Lambán, Emiliano García-page o, por supuesto, Felipe González, que prefiere acudir a El hormiguero que a Ferraz. El jueves le hizo un mitin a Pablo Motos cargando contra Sánchez, Zapatero y el Gobierno de coalición.

A Felipe le está maltratand­o el tiempo porque no sabe sobrevivir a la resaca del poder. Ninguneado por el PSOE, es el reverso de José María Aznar, que aún marca tendencia en el PP... como lo hace Felipe, porque aquellos que pretenden salvar la patria a través de la crispación son los que ahora le ovacionan.

Felipe no tiene a nadie que le parodie, hace aòos que da vergüenza ajena mientras vive hundido en la envidia. Quizás por eso el jueves solo le faltó que Pablo Motos le ofreciera unas olivas y unas patatas mientras regalaba un surtido de titulares que le acercaron más a Jesús Gil rajando de sus entrenador­es que a un estadista a quien algún descerebra­do algún día comparó con Churchill.

A Felipe le está maltratand­o el tiempo, no sabe sobrevivir a la resaca del poder

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