La Vanguardia

La importanci­a de ser europarlam­entario

- Josep M. Colomer j.m. colomer, politólogo y economista

Un ministro puede aceptar un descenso a europarlam­entario si espera ascender luego a comisario europeo

Cuán importante­s son los miembros del Parlamento Europeo que elegiremos dentro de unos días? Depende del tamaòo del país. En todos los países, un miembro del Parlamento Europeo (MPE) es más importante que un parlamenta­rio nacional, pero en un país pequeòo lo es incluso más que un ministro. El maestro de politólogo­s Rein Taagepera, que es estonio de nacimiento aunque ha pasado la mayor parte de su vida en California, tuvo un día una iluminació­n. Estaba el profesor en el campus de la Universida­d de Tartu, que él contribuyó a recrear después de la disolución soviética, con un pequeòo grupo que incluía, como visitante distinguid­o, a un ministro del gobierno. De repente llegó un MPE y todos se dirigieron inmediatam­ente hacia él, que se convirtió en el más destacado de la reunión. Taagepera empezó a ponderar: ¿es un europarlam­entario más importante que un ministro? Con él y otro colega en Londres, Allan Sikk, hemos hecho los números.

Una forma un poco tosca pero operativa de medir la relevancia de un cargo político es contar cuántas otras personas ocupan cargos similares. Si, por ejemplo, un país pequeòo de dos millones de habitantes tiene un jefe del gobierno, 13 ministros, 100 parlamenta­rios nacionales y siete europarlam­entarios (no muy diferente de Estonia), el jefe del gobierno se destaca como uno entre dos millones, un ministro es uno entre 150.000, y un miembro del Parlamento es uno entre 20.000, pero un MPE es uno entre muchos más, unos 285.000. En cambio, en un país más grande, mientras que el número de ministros es similar, el número de MPE es mayor y, por tanto, tienen menos relieve.

Una carrera política típica implica ascender en la escala de relevancia. Varios EX-MPE fueron ascendidos a ministros en varios países grandes, incluidos Italia, Polonia y Suecia. En Espaòa ese ha sido el trayecto de tres ministros actuales, un socialista y dos de Sumar.

En dirección contraria, muy pocos ministros de países grandes se convirtier­on en europarlam­entarios. En Espaòa lo fueron Enrique Barón, José María Gil-robles y Josep Borrell, pero pasaron rápidament­e a presidente­s del Parlamento, un cargo más destacado. Ha habido, eso sí, otros exministro­s que han sido retirados a Europa, incluidas dos candidatas actuales que fueron reprobadas por el Congreso, una popular y la otra podemita.

Después de las elecciones, tanto los europarlam­entarios como los ministros nacionales pueden obtener una promoción si se convierten en miembros de la Comisión Europea (CE), el equivalent­e a ministros europeos.

Hace algunos aòos, los medios de comunicaci­ón de los países grandes tendían a malinterpr­etar un nombramien­to para la CE como si fuera “una patada hacia arriba”, un premio de consolació­n para políticos que se habían convertido en un estorbo para su propio partido en la política nacional. En el episodio “Más vale loco conocido” de la serie británica Sí, ministro, en 1981, el ministro considera que su posible nombramien­to en la Comisión sería una degradació­n (aunque personalme­nte lucrativa). Una de las pocas películas ambientada­s en la sede de la Unión Europea, The commission­er ( 1998, basada en una novela de 1987), también reflejó esa opinión. Cuando el ficticio jefe del gobierno británico nombra a un ministro como miembro de la CE, este exclama: “°A la mierda esas tumbas! Bruselas es un ataúd político”.

Con el gradual reforzamie­nto de los poderes de la Comisión, la promoción ha quedado más clara. Un ministro puede aceptar un descenso a europarlam­entario si espera ascender luego a comisario europeo, como fue el caso de los populares Marcelino Oreja, Loyola de Palacio y Miguel Arias Caòete. Análogamen­te, la ministra socialista Teresa Ribera, actual candidata a MPE, ya ha expresado su interés en ascender a la Comisión.

La percepción de promoción es aún más fuerte en los estados pequeòos. En el episodio del 2011 “En Bruselas nadie te oye gritar” de la serie de televisión danesa Borgen, la jefa del gobierno propone a un exministro para comisario europeo. Al principio, el candidato reacciona repitiendo el viejo cliché: “Me envían a Bruselas para evitar que critique en casa”. Pero la jefa del gobierno le convence de que acepte diciéndole que se trata de “un puesto extremadam­ente poderoso”, “con la mayor influencia posible”, “allí se puede marcar la diferencia”. El exministro acepta ser comisario europeo, pero cuando oye todas las responsabi­lidades que le esperan, se agobia, cae al suelo y sufre una embolia cerebral.

En países pequeòos, incluso algunos jefes de gobierno se han convertido en comisarios europeos, como en Estonia, Letonia y Finlandia. Como dijo el ex jefe del gobierno de Luxemburgo Jean-claude Juncker, en el 2015, la Comisión que él presidía es “el mejor amigo de los estados miembros pequeòos y medianos”. En los países grandes, los movimiento­s van en la dirección opuesta, de comisario a jefe del gobierno, como fue el caso del italiano Mario Monti.

Solo la presidenci­a de la CE es siempre un ascenso para un jefe de gobierno, como lo fue para tres de Luxemburgo, Gaston Thorn, Jacques Santer y Juncker; uno de Portugal, José Manuel Durão Barroso; y uno de Italia, Romano Prodi.

En resumen: un europarlam­entario es siempre más relevante que un parlamenta­rio nacional, menos que un ministro nacional en un país grande como Espaòa, pero más en un país pequeòo, y siempre menos que un comisario europeo.

A su vez, un comisario europeo es menos relevante que un jefe del gobierno en un país grande, pero más en un país pequeòo. En lo más alto de la escala, el presidente de la Comisión Europea está por encima de todos los jefes de gobierno. ●

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JULIEN WARNAND / EFE
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