A los costaleros también se les dedican bellos poemas
Son los destinatarios de la mayoría de poesías de Pasión. Pero también hay poetas que cantan a las cuadrillas de costaleros
Normalmente, las poesías de Semana Santa cantan a los Titulares de las distintas Cofradías; el Cristo, la Virgen e incluso el paso de Misterio. Así comienza un poema de Villaespesa a un Cristo Crucificado: Cristo clavado en la Cruz, entre dos ladrones yace, lívido y triste luchando con las angustias mortales. De los pies y de las manos por su rostro y por su carne lentamente hasta los suelos descienden hilos de sangre.
También Federico García Lorca se fija en una Virgen Dolorosa y le componen un poema que empieza así: Molde de la estrecha vía. dos hileras luminosas, prisionera de las rosas viene la Virgen María. De plata y de pedrería lleva las andas repletas y, a su paso, las saetas, para su lujo y derroche, se van clavando en la noche constelada de cornetas.
Costaleros Pero no se olvidan los poetas de quienes portan sobre sus fornidos hombros a su Cristo y su Virgen para procesionar en sus respectivos pasos. Se trata de los costaleros que, abnegadamente, llevan sobre su cerviz pasos de entre 500 y mil kilos. Así canta José María Pemán a las cuadrillas de costaleros. Cuando la saquéis, mecedla de esa manera especial, hecha de tango y ternura y de vaivenes del mar. Como se mecen los santos desde los puertos acá. Como no saben mecerlos en ninguna parte más. Costalero que no sabes rezar la Salve quizá: si cuando la saques meces el paso con buen compás, aunque no sepas la Salve Dios te lo perdonará ¡Que mecer así a la Virgen ya es un modo de rezar!
También el poeta gaditano es autor de este otro poema en que un costalero querría fundirse con el paso: Si yo pudiera, Señora, ser también paso de Palio, de mis dos brazos te haría los varales torneados. De mis ojos, luz de cirios, jarras de plata, mis manos. Con el oro de mis versos, todo un poema, tu manto. Mi juventud volandera, flecos, borlas de tu Palio. Y con mi sangre, brazadas de claveles encarnados. Mis dos pies de costalero, allá abajo; y mi corazón delante como capataz del Paso.
¡Al cielo con Ella! Es el grito del capataz a sus costaleros para que hagan la ‘levantá’ correspondiente. Suena el llamador, la cuadrilla cargan sobre cerviz y esperan las tres últimas palabras de su capataz. Tres palabras breves pero concluyentes:
‘¡¡A esta es!!’