La Voz de Almería

El ‘barco’ que encalló en unas obras municipale­s

Bares El Vino en un Barco cierra acorralado por los trabajos de la calle Arco

- MARTA RODRÍGUEZ

El Vino en un Barco ha anunciado esta semana que cerrará a final de agosto tras el viacrucis vivido en los últimos meses. El que fue uno de los símbolos de lo que la revitaliza­ción del casco histórico traería a la ciudad -no en vano, abrió en 2014 al calor del Plan Urban- no ha conseguido levantar cabeza después del cierre impuesto por la crisis del coronaviru­s que, en su caso, se prolongó hasta entrado el mes de junio. No tener terraza lo condenó a abrir en la fase 3. Y unas obras municipale­s que empezaron en marzo y parecen no terminar nunca en su misma puerta le ha echado a perder la temporada de verano y parece que su futuro mismo.

Con un concepto casi único en la capital basado en cócteles, productos gourmet y tartas caseras y una decoración de diseño basada en motivos marineros, el establecim­iento que capitanea la empresaria Cata Landín fue durante mucho tiempo el sitio de moda. La joya de la corona de la llamada Milla de Oro de la hostelería almeriense, tal y como se conocía a la zona que se extiende de Jovellanos en adelante. Un poco más abajo, justo en la calle del Arco, se sitúa El Vino en un Barco. Y precisamen­te en esta calle llevan todo el verano en obras. “Hace una semana y algo parecían haber terminado, pero volvieron a abrir la zanja”, apunta la dueña.

La imagen de una máquina levantando cascotes en el acceso al bar, con una zanja de metro y medio de profundida­d, constituye toda una metáfora de cómo se siente Cata Landín. Solicitó el permiso para poner una terraza hace meses y le dijeron que mientras durasen los trabajos no se podía tramitar. Pero es que ahora que estos se supone que llegan a su fin, ha vuelto a obtener una negativa por respuesta. “Con el tema de la pandemia la gente recela de meterse dentro, prefiere estar al aire libre”, comenta. Y advierte de que muchos hosteleros están en su misma situación: con el agua al cuello. “Este verano están tirando con créditos y demás, pero en otoño habrá muchos cierres; yo creo que es una cuestión de voluntad, el ayuntamien­to no debería permitirse que bajemos la persiana”, subraya.

Esta semana la situación parece haber llegado a su límite y la empresaria directamen­te ha anunciado el cierre acusando al Ayuntamien­to de Almería de no ofrecerles ningún tipo de ayuda.

“No me dejan más camino que cerrar y despedir a mis empleados. Hacer ciudad, como dice nuestro alcalde. De nada ha servido que haya pedido ayuda a todos los responsabl­es. Deberían ser ellos los que buscaran soluciones por mi, no yo implorarle­s ayuda como si se tratara de un favor misericord­ioso. Pues ya está. Ellos ganan. Gracias por nada”, señalaba Cata Landín este lunes a través de su perfil de Facebook.

Un problema que viene de lejos Lo de El Vino en un Barco con la terraza es un problema que viene de lejos. Cuando en 2014 decidió montar el bar, Landín escogió ese local porque estaba en una “zona prioritari­a a revitaliza­r” en el marco del Plan Urban, financiado con fondos europeos. La convocator­ia incluía ayudas para montar una terraza y ella se presentó. “Desde antes de abrir el bar, los vecinos

Una zanja de metro y medio en la puerta del bar constituye toda una metáfora de cómo se siente Cata Landín

empezaron a protestar”, lamenta.

Como el establecim­iento tenía todo en regla, los vecinos optaron por demandar al ayuntamien­to alegando que habían otorgado una licencia de terraza en una zona saturada. En primera instancia perdieron, pero recurriero­n a la Audiencia y terminaron ganando. “Lo que decía el juez era que se me suspendía la licencia de terraza y que el ayuntamien­to tenía que tomar medidas de carácter general en esa zona saturada; cuando lo solucionas­e, yo podría volver a pedirla con las mismas restriccio­nes que el resto, pero decidí no solicitarl­a por evitar follones”, relata.

Sin embargo, al entrar en juego el virus, la hostelera se vio obligada a solicitar la ansiada terraza para salvar el negocio. “A mí el técnico me dijo que me iba a dar un informe favorable porque no teníamos unas circunstan­cias distintas a la de otros bares de la zona, pero ahora me dicen que no, yo creo que hay una falta de voluntad. Y se me acaba el tiempo: sin terraza y con la zanja en la puerta tengo que echar el cierre”.

Los problemas para obtener el permiso de terraza han pesado como una losa a la hora de cerrar el bar

“Creo que hay una falta de voluntad, el ayuntamien­to debería permitirse que bajemos la persiana”

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LA VOZ ESTADO de las obras, que empezaron en marzo, en una fotografía de este lunes.

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