La Voz de Almería

Asesinada en Zaragoza una cabo 1º de Almería y su hija por su ex marido capitán

- JOSÉ ÁNGEL PÉREZ

El año 2006 se inició con un terrible suceso que salpicó directamen­te a la provincia de Almería. Alicia M. de 35 años de edad, cabo primero del Ejército del Aire destinada en la base Aérea de Zaragoza, nacida en la barriada de la colonia de Los Ángeles de la capital y su hija de cinco años, murieron vilmente asesinadas a tiros la tarde noche del 12 de enero de 2006, en una vivienda de la residencia militar, después que el ex marido y padre de la niña, oficial del Ejercito acabara a tiros con sus vidas y después se suicidase.

Los componente­s del cuerpo de guardia de la base aérea de Zaragoza, fueron quienes encontraro­n el macabro cuadro, poco antes de la media noche del 12 de enero de 2006, dándose de bruces con los cadáveres del capitán Manuel J. C., de 39 años de edad, próximo al de su ex esposa, la cabo primero Alicia M. de 35 años y el de la hija de ambos de apenas cinco años. Se encontraba­n en el sa lón principal de la vivienda unifamilia­r del capitán, ubicada en el propio recinto militar de la capital aragonesa. Según informó en su momento el delegado del Gobierno en Aragón, entre las 22.30 y las 23.00 el capitán disparó con una pistola primero a la niña, después a su ex mujer y luego se suicidó de un disparo en la sien.

Sendos balazos El capitán mató a su ex mujer y a su hija de sendos balazos con una pistola personal -no con la reglamenta­ria- del calibre nueve milímetros, y luego se quitó la vida de otro disparo. La pareja llevaba separada legalmente tres años según fuentes oficiales, y algo más de un año según la versión de algunos compañeros y conocidos de la pareja. Oficialmen­te la mujer no había presentado anteriorme­nte ninguna denuncia formal por malos tratos, ni se conocían que sus relaciones fuesen malas, según aseguraron amigos y militares de su entorno.

Un día antes de producirse la terrible tragedia, la tarde del miércoles, el capitán había ido a buscar a su hija al autobús escolar y la llevó a su vivienda ya que era el sistema que tenía acordada la pareja y más tarde Alicia pasar a recogerla según comentaron diversos padres de alumnos del mismo colegio. Posteriorm­ente y durante la tarde, el hombre estuvo dedicándos­e a arreglar una caldera de la calefacció­n de la vivienda, en la que se vio entrar a la ex mujer en torno a las seis de la tarde. Una amiga de Alicia varias horas después, al ver que ésta no respondía a las llamadas de su móvil, avisó a la base militar muy nerviosa y un tanto extrañada de que no acudiera a la cita que previament­e ambas habían concertado.

Fue entonces, alrededor de la medianoche, cuando los militares de servicio en el cuerpo de guardia de la base descubrier­on los cuerpos sin vida de los tres después de poder acceder a la vivienda. La niña tenía el abrigo puesto, por lo que se dedujo que madre e hija iban a abandonar la vivienda cuando se produjeron los crímenes.

Manuel y Alicia Manuel y Alicia llevaban viviendo en Zaragoza unos diez y nueve años respectiva­mente. El capitán natural del pueblo malagueño de Antequera, ejercía como instructor de los cuerpos de seguridad de la base y Alicia M. nacida en la barriada de la Colonia de Los Ángeles de la capital, ya llevaba nueve años residiendo en Zaragoza donde ejercía como cabo primero en el Escuadrón de Abastecimi­ento del Grupo de Apoyo de la Base Aérea de Zaragoza. Tenía 35 años y una única hija de 5 años, fruto de su matrimonio con el capitán Manuel C. con el que había roto su relación hacía varios años y no vivía en el interior de las instalacio­nes militares, sino en un pequeño piso en la misma ciudad junto a la pequeña.

El ex marido seguía residiendo en una vivienda unifamilia­r situada en la zona de la antigua base americana donde ocurrió el luctuoso suceso. Desde el Cuartel General del Aire nada más conocerse el suceso, se avisó de inmediato a las familias de lo sucedido y desde el Ministerio de Defensa se informó que notificaro­n el hecho a la Guardia Civil, Policía Judicial y al Juez de guardia, que se hizo cargo de la instrucció­n del caso. En los funerales se contó con la asistencia de familiares y mandos del Ejército, encabezado­s por el comandante militar de Zaragoza y Teruel, el general Fernando Torres. Al confirmars­e de manera oficial que se trataba de un caso de violencia de género, las reacciones de repulsa en Zaragoza y también en la provincia de Almería se fueron sucediendo.

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